Alfonso Reyes

Alfonso Reyes, El regiomontano universal

Vida

Alfonso Reyes nació en Monterrey el 17 de mayo de 1889. Fue hijo de Eulalia Ochoa y del general Bernardo Reyes, gobernador del estado de Nuevo León, quien participó en un golpe de estado en contra de Francisco I. Madero para favorecer al presidente Porfirio Díaz, hecho que sería determinante en la vida de Alfonso pues el suceso da lugar a la Decena Trágica por lo que Reyes elegirá posteriormente vivir en Europa para evitar estar involucrado en cuestiones políticas ya que además de los sucesos en que se involucró su padre, el hermano de Alfonso tuvo a bien apoyar la candidatura de Victoriano Huerta, complicándole más su estancia pacífica en el país. Antes de estos hechos, cuando Alfonso Reyes era joven, estudió en Monterrey en el Liceo Francés, posteriormente llegó a México donde entró en la Escuela Nacional Preparatoria, más tarde estudió la carrera de leyes en la UNAM y en 1909 fundó el Ateneo de la Juventud junto con Pedro Henríquez Ureña, Antonio Caso, José Vasconcelos y otros jóvenes intelectuales y artistas. Está documentado que a los 20 años leyó La Poética de Aristóteles y que a los veintiuno publicó su primer libro titulado Cuestiones Estéticas

[Texto de Virginia Aspe para la Enciclopedia Filosófica de la Filosofía Mexicana. https://divcsh.izt.uam.mx/cefilibe/wp-content/uploads/2013/12/Reyes_Alfonso-AspeArmellaVirginia.pdf]

Considerado uno de los escritores e intelectuales más destacados de la primera mitad del siglo XX. Cultivó casi todos los géneros literarios: la poesía, el cuento, la crítica, el ensayo y el teatro; así como la filosofía. Fundó el Ateneo de la Juventud, junto con Pedro Henríquez Ureña, Antonio Caso y José Vasconcelos, entre otros. Desempeñó diversos cargos en el servicio diplomático mexicano y fue varias veces candidato al Premio Nobel de Literatura.

 

Ocupó el cargo de secretario de la Escuela Nacional de Altos Estudios, antecedente de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM (1912-1913), allí fundó la cátedra de Historia de la Lengua y Literatura Españolas. Después de la muerte de su padre, durante la Decena Trágica, viajó a París, en agosto de 1913, para desempeñarse como segundo secretario de la Legación de México en Francia. En 1914, se trasladó a España, donde vivió como exiliado, tras el cese del cuerpo diplomático de Victoriano Huerta, dispuesto por Venustiano Carranza al triunfo del movimiento constitucionalista en México. En España, desde finales de 1914, se consagró al periodismo, a la literatura y, durante cinco años, trabajó en la sección de Filología del Centro de Estudios Históricos de Madrid, dirigido por Ramón Menéndez Pidal…

Entre su vasta obra destacan los libros Cuestiones estéticas (1911), Visión de Anáhuac (1917), Simpatías y diferencias (1921), Huellas (1922), Ifigenia cruel (1924), Pausa (1926), Cuestiones gongorinas (1927), Mallarmé entre nosotros (1938), La crítica en la edad ateniense (1941), La experiencia literaria y Última Tule (1942), El deslinde (1944), Norte y sur y Tres puntos de exegética literaria (1945), Los trabajos y los días (1946), Junta de sombras (1949), Cartilla moral, Marginalia y La x en la frente (1952), Memorias de cocina y bodega (1953) y Parentalia (1954), entre muchos otros. Tradujo obras de Laurence Sterne, Gilbert Keith Chesterton, Robert L. Stevenson y Antón Chéjov, por mencionar algunas. El Fondo de Cultura Económica ha publicado sus Obras completas en veintiséis tomos…

Alfonso Reyes Ochoa fue miembro fundador de El Colegio Nacional desde el 15 de mayo de 1943.

 

Falleció en la Ciudad de México el 27 de diciembre de 1959.

[Texto de la página de El Colegio Nacional. https://colnal.mx/integrantes/alfonso-reyes/]

La experiencia literaria

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Reyes es escritor nato. En [una] entrevista de 1924, confesaba que “cuando llega el apremio de escribir, hay palpitaciones cardíacas semejantes al sobresalto amoroso, e iguales descargas de adrenalina en la entraña romántica”. Su pulso es genuinamente creativo porque crea en el lector el efecto de ser parte atrapada en algo que le importará, o ha de importarle para su propia vida de persona adulta, de sujeto civil […]. Esa actitud la delatan frases tan simples como su apreciación de que “algunos lectores no sienten la imagen, y otros se fascinan con ella hasta perder el sentido”, como explica en uno de los artículos de La experiencia literaria. El fin es interiorizar y disfrutar la riqueza imprevista de registros y recursos que entrega la literatura leída como ella pide, y no como cada lector (más o menos averiado) exige. Ante pocos ensayistas sobre literatura se percibe tan nítidamente como en el caso de Reyes la gratitud por lo mucho que ha recibido y la generosidad con la que devuelve la experiencia de leer: un aristotélico inyectado de platonismo, un clásico inyectado de romántico.

[Texto de Jordi García en su introducción a La experiencia literaria y otros ensayos en la edición de “Fundación Banco Santander” con breves modificaciones propias]

Entre los varios y seguidos libros que Alfonso Reyes ha dado a luz recientemente, este es, a nuestro gusto, el que más nos llena y el que más nos define al Reyes crítico, erudito, cabal e infatigable…

Lo que nos interesa extraordinariamente de La Experiencia Literaria, a pesar de ser un libro de recopilación de diversos ensayos y apuntes, algunos publicados en revistas o leídos en diversas ceremonias, es que, por primera vez, en forma de libro, nos reúne y da lo que tanto y desde hace muchos años, casi desde Cuestiones Estéticas, se le exigía que diera ya en su conjunto: sus ideas acerca de la propia experiencia literaria; es decir, de lo suyo íntimo acerca de la poesía, de la crítica, de la novela, de muchas cosas que nos apasionan —y le apasionan…

De todas maneras, publicados o inéditos, hechos o rehechos, escritos hoy o hace años, apuntes o ensayos, conocidos o inesperados, estos escritos tienen, además de la unidad de asunto, un interés especial en nuestra atmósfera literaria por venir de la autoridad que es Reyes en estas materias, y por tocar y tratar de enderezar o encausar lo que ya es entre nosotros un caos y toda una confusión. Hay en ellos, a pesar de las épocas que los separan, una evidente unidad de valor, inaceptable para unos, si se quiere, pero unidad al fin de cuentas.

[Reseña de Octavio G. Barreda para El Hijo Pródigo, México. Mayo 1943, No. 2, pág. 122. http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080050234_C/1080050234_T1/1080050234_52.pdf]

Visión de Anáhuac

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Alfonso Reyes (México, 1889-1959) escribió Visión de Anáhuac en 1915 en Madrid. El mundo vive una situación política convulsionada: la Primera Guerra Mundial, la Revolución Bolchevique en ciernes, la Revolución Mexicana. Si se acepta como una de las características del género ensayístico reaccionar frente “al discurso axiológico del estar que le impone la sociedad para insinuar una interpretación novedosa o proponer una revaluación de las ya en boga” (Gómez, 1992: 14), el ensayo de Reyes es coherente con el momento histórico y, al instalarse en lo retórico, cuyo fin es la persuasión —que a su vez tiene por objeto convencer a otros de una postura—, lo que propone el ensayo es “una nivelación axiológica que no sólo se dirige a la inteligencia, también al sentimiento” (Reyes, 1997b: 384)…

La tesis de Visión de Anáhuac está precedida de una circunstancia: “cualquiera que sea la doctrina histórica que se profese” (Reyes, 2004: 37); se pone en evidencia la multiplicidad de perspectivas sobre la historia. Luego sigue una aclaración que califica algunas posturas históricas y con las que discrepa el autor: “no soy de los que sueñan en perpetuaciones absurdas de la tradición indígena, y ni siquiera fío demasiado en la española” (37). Seguidamente, aparece el comienzo de la tesis: “nos une con la raza de ayer sin hablar de sangres la comunidad del esfuerzo por domeñar nuestra naturaleza brava y fragosa” (37). En este punto, se resalta el origen multiétnico del americano, y así pues, se pone en un primer plano el mestizaje. El uso del adjetivo “fragosa” introduce un campo semántico reiterado en el ensayo: lo ruidoso, lo áspero, lo estruendoso. Ese “esfuerzo” es definido luego como “la base bruta de la historia” (37). A la segunda parte de la tesis se le otorga mayor importancia: “Nos une también la comunidad, mucho más profunda, de la emoción cotidiana ante el mismo objeto natural. El choque de la sensibilidad con el mismo mundo labra, engendra un alma común” (37). Después, Reyes anticipa el posible desacuerdo con lo afirmado —objeción o refutación a lo aseverado en el modelo de Toulmin— y de manera rotunda exige la adhesión del lector a una idea: “pero cuando no se aceptara lo uno ni lo otro —ni la obra de la acción común, ni la obra de la contemplación común—, convéngase en que la emoción histórica es parte de la vida actual, y, sin su fulgor, nuestros valles y nuestras montañas serían como un teatro sin luz” (37).

Finaliza Reyes su conclusión mediante la introducción de la figura del poeta que contempla el pasado, y convierte dicha experiencia en acción mediante el uso de metáforas que aluden a estampas primigenias de la cultura azteca. Asimismo, proclama la poesía —en donde subyace el mundo de la contemplación pero también el de la acción— como algo inherente a nuestra condición humana: la poesía “está como quiera en nuestras manos” (38). Termina con un propósito muy emotivo, en el cual involucra al lector y por lo tanto invoca su anuencia: “No renunciaremos —oh Keats— a ningún objeto de belleza, engendrador de eternos goces” (38).

[Texto recuperado de: Martínez Villada, I. (2017). Aproximación a Visión de Anáhuac de Alfonso Reyes desde la teoría de la argumentación. Quadripartita Ratio: Revista de Retórica y Argumentación, 2(4), 40-51. ISSN: 2448-6485]

Mientras México atraviesa las tensiones de una Revolución (1910-1917), Alfonso Reyes –asentado en la ciudad de Madrid– escribe Visión de Anáhuac [1519] (1915) y se apropia de las trayectorias caminantes de otros. Apoyado en la palabra visión, construye un texto en el que suspende el movimiento del paseante y apela a los pasos que dieron otros viajeros para armar un mapa. El valle de México se visita sin la necesidad de un cuerpo que lo recorra. Los únicos movimientos que se registran en el texto son los de las hojas de los libros en el acto de leer. La operación discursiva apela a la estampa y al libro para fijar el imaginario del continente y fundar una nación. En la arena del combate que supone la Revolución Mexicana, Reyes toma la pluma desde la distancia y, por medio de un ensayo, convierte los espacios en lugares para suturar la violencia.

[Aguierrez, Oscar Martín; Ícaro sobrevuela la región más transparente del aire: Visión de Anáhuac (1915) de Alfonso Reyes; Universidad Nacional de Tucumán. Facultad de Filosofía y Letras; Telar; 18; 6-2017; 78-99]

Entre libros

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Las noticias literarias que aquí se reúnen, para servicio de aficionados y recordación de algunos amigos, sólo buscan el fin modesto de guardar en letras de molde, y en esa colección que se llama un libro, los papeles que de otra suerte se vuelven un estorbo en las gavetas y hasta un peso muerto en la conciencia.

Abarcan estas reseñas de 1912 a 1925, con un visible salto sobre los años 1920-21, en que sin duda escribimos algunas cosas que andan ya en otros libros. El carácter de estas páginas es muy desigual, según que procedan de revistas técnicas o de publicaciones más populares. Pero quien las lea no olvide tomar en cuenta las fechas.

[Advertencia del mismo Alfonso Reyes a Entre libros en su edición publicada por “El colegio de México” 1948. https://www.cervantesvirtual.com/obra/entre-libros/].