Ramón Gómez de la Serna

“Ramón” para sus allegados

Greguerías: PDF

Vida

Hijo de Josefa Puig Coronado y del político liberal del entorno de Canalejas, Javier Gómez de la Serna, Ramón nació en Madrid, la calle de las Rejas, n.º 5, pero experimentó a lo largo de su infancia varias mudanzas de casas y colegios que, según declara en Automoribundia, le agudizaron desde niño el impulso de percatarse de los distintos “itinerarios” madrileños para dar fe de ellos en muchos textos, síntesis de todos ellos, Elucidario de Madrid. La mudanza a un tercer piso con balcones (Corredera Baja) estimuló su incipiente curiosidad de “observador” de la calle y, al mismo tiempo, su ansia perenne de “circunferenciarse” en una “habitación” íntima, con la ciudad “alrededor”. El traslado de su padre, como registrador de la propiedad, a Frechilla (Palencia), significó el paso de Ramón del colegio del Niño Jesús al de San Isidro y, al recibir el padre el acta de diputado de Félix García de la Barga, la familia volvió a Madrid, instalándose sucesivamente en las calles de Fuencarral y de Puebla, pasando Ramón y sus hermanos a estudiar en el colegio de los padres escolapios y, enseguida, en el instituto Cardenal Cisneros.

En su habitación de la calle Puebla, instaló su primer despacho, rodeado con cosas del Rastro. Morbideces (1908) fue el libro que, contradiciendo su título, de resonancia conscientemente decadentista en alusión a los gozos artificiales, daba fe de un estimulante sentido vital acorde con la nueva sensibilidad: el goce natural que producía vivir en un espacio íntimo, creado por uno mismo en placentera “afinidad de morbideces” con los objetos elegidos. De sus recuerdos de infancia quedará también, al observar en la cocina las crispadas patas de las gallinas muertas, el obsesivo deseo de descubrir, sobre el telón de la muerte, la “señal de vivir”. Su incipiente afición literaria se materializó en 1902 en El Postal, periódico casero de gelatina, y en 1905 en Entrando en fuego, “obrita balbuciente”. Enseguida y hasta 1908 colaboró en el periódico republicano La Región Extremeña con artículos de matiz anarquista, de denuncia de las “convenciones artificiales” en torno a la patria, el clero, la universidad, el parlamento o a la guardia civil. Era empedernido lector de Ibsen y de Nietzsche. A partir de la publicación, gracias a Javier, de la revista Prometeo (1908-1912), Ramón se volcó en el “delirio” de una escritura innovadora.

[Texto de la Real Academia de la Historia; Gómez de la Serna, Ramón. Madrid, 3.VII.1888 – Buenos Aires (Argentina), 12.I.1963. Escritor. https://historia-hispanica.rah.es/biografias/19823-ramon-gomez-de-la-serna]

Entre su vasta producción literaria hay obras de todos los géneros. Biografías de grandes personajes, como Goya, El Greco, Óscar Wilde o Ramón del Valle-Inclán, las cuales, lejos de ser estudios académicos al uso, le servían –como hacía en todas sus obras- para dar rienda suelta a su desatada imaginación. En 1948 publicó su autobiografía, que tituló Automoribundia. Es autor asimismo de numerosas novelas, que eran un auténtico cóctel donde mezclaba humor, absurdo, surrealismo y poesía con una furibunda originalidad y un talento literario indiscutible. Cultivó también el ensayo, el teatro, la crónica costumbrista, que en él era todo menos puro costumbrismo, y una nueva forma literaria de su invención: la greguería. Dejó también sus impresiones sobre las famosas tertulias del café «Pombo» a las que él dio vida y que se prolongaron de 1914 a 1937.

Gustaba asimismo Gómez de la Serna de dar charlas que a menudo eran auténticas performances. En ellas tan pronto aparecía haciendo una lectura sentado en un trapecio en el circo Price en Madrid como subido a un elefante en el Cirque d´Hiver de París, rodaba un monólogo en El Retiro, donde se enfundaba una fantástica mano postiza, o realizaba una visita nocturna al Museo del Prado. Al estallar la Guerra Civil se exilió a Argentina, país donde fue muy popular y en el que murió en 1963, tras regresar por un breve período a España. Ramón, personaje ajeno a convenciones, contradictorio, imaginativo, lúdico y provocador, fue un genuino representante de las vanguardias literarias que recorrían la Europa de entreguerras y dejó honda huella en la literatura española, tanto en la generación del 27 como en autores más modernos, por ejemplo Francisco Umbral, quien dijo de él: «Ramón es la literatura en estado puro».

[Texto de Javier Sánchez Almazán, El mundo natural en las greguerías de Ramón Gómez de la Serna. https://www.mncn.csic.es/sites/default/files/2020-01/GomezdelaSerna_0.pdf]

Pensamiento

El numen desmesurado, vitalista y atomístico de la vanguardia internacional cuenta en España con este apóstol genial, solitario y precoz. El inventor de la célula textual del vanguardismo literario español, la greguería, escribió tumultuosamente en todos los géneros posibles (excepto la lírica en verso) borrando las fronteras entre unos y otros y sembrando en la novela, el cuento, la biografía, la crítica, la crónica o el libro de viajes su fragmentación a base de greguerías encadenadas. Y también el ensayo. En sentido estricto, Ramón irrumpe en 1905 como un ensayista adolescente en Entrando en fuego y con la actitud combativa y gregaria propia del iconoclasta juvenil: «Somos la juventud española que pide ya su puesto en el combate. Nuestro encabezamiento lo dice todo: Plus Ultra. Anhelamos en todos los órdenes el más allá», un más allá que trece años después resurgiría en el ultraísmo. En «El concepto de la nueva literatura» (1908) ya no pedirá paso sino directamente la insurrección, pero su rebeldía es aún inmadura y sobre todo carece de seguidores. En su revista Prometeo va publicando ensayos que propugnan y a la vez ejemplifican la rebeldía moral y literaria: «Mis siete palabras» (1910), El libro mudo (1910 pero 1911 en libro), «Palabras en la rueca» (1911, luego incluido en Tapices, 1913).

 

Ramón quiebra la lógica argumentativa propia del texto ensayístico y la sustituye por un principio de adyacencia por el que los enunciados se suman unos tras otros como cuentas de un collar, sin subordinarse entre sí, formando párrafos brevísimos, pero manteniéndolos unidos por una mínima solidaridad semántica que suele indicar en el título.

[Texto de JG y DRdM, Ramón Gómez de la Serna, https://www.upf.edu/web/elensayoliterario/gomez]

La greguería podría describirse mejor como un cierto tipo de aforismo, un chiste cómico de una sola línea; también se asemeja a un juego de palabras y, ocasionalmente, a mini anotaciones filosóficas sobre la vida. Además, De la Serna es considerado el padre de la Greguería, ya que la utilizó por primera vez a principios de 1910. Tras su aparición, esta forma literaria se hizo muy popular y se extendió como recurso retórico y estilístico dentro de la literatura española e hispanoamericana. La greguería alimenta el culto a la imagen; en concreto, a una imagen ingeniosa y sorprendente.

La preferencia literaria de De la Serna era la vanguardia. Su libro Ismos (1931) está dedicado a este movimiento e introdujo un nuevo término en el diccionario español. En él defiende la autonomía artística y la libertad de las palabras. De la Serna se encontró en una encrucijada literaria con respecto a las corrientes literarias de su tiempo, pero en cuanto al estilo, la experimentación y la técnica narrativa, el modelo que eligió para trabajar en Greguerías está evidentemente muy cerca de los cuentos contemporáneos.

[Saponjic Jovanovic, E. (2022). Las greguerías de Ramón Gómez de la Serna: la estética futurista y el resurgimiento del fragmento. Microtextualidades. Revista Internacional De Microrrelato Y minificción, 11, 31-39. https://doi.org/10.31921/microtextualidades.n11a3]

Ramón es el inventor de una nueva gramática que rompe todos los esquemas lógicos de la expresión tradicional, asociando, yuxtaponiendo, en fin, creando de una manera aparentemente caótica e irracional, un nuevo orden de comunicación. Podríamos hablar de una obra abierta, una obra que rompe esquemas y reglas para dar espacio a la irrupción y manifestación del libre pensamiento, en gran parte expresión de un sistema en que la metáfora y el juego o, mejor, el elemento lúdico, prevalecen sobre las otras formas retóricas del lenguaje.

Pero lo que distingue la obra literaria de don Ramón es sin duda la invención de la greguería, que es de vario género e ingrediente, ya que puede poner en evidencia un proceso de asociación o revelación súbita e instantánea, o de ingenuísimo. A este propósito confiesa Ramón: “Haré un arte de ingenio, pero sin trampa. Bien podrán descansar en él los que estén cansados de penetrar en los otros artes más complicados” (Nicolás, 1988: 129). Hay greguerías en que domina lo irracional o absurdo; hay también greguerías en las que se impone un proceso de cosificación del mundo, es decir, en que todo se reduce a objeto que sustituye el yo poético. Pero existe, y es la que nos interesa más, una greguería puramente lírica que muestra una dimensión sumamente poética de la imagen. Aquí algunos ejemplos, además de los citados anteriormente: “El murciélago hace parpadear la luz del atardecer”, “Soplando velas brotan luciérnagas en los jardines”, “La noche está entre pestañas azules” (Nicolás, 1988: 122). En otros casos, la greguería se convierte en un puro y minúsculo poema en prosa. Escribe Ramón: “La criada tiene un alma con música de acordeón”, “Salió al jardín porque necesitaba una ducha de estrellas”, “En los hilos del telégrafo quedan, cuando llueve, unas lágrimas que ponen tristes los telegramas”, “El clavel refresca la pasión”.

[Texto de Gabriele Morelli, Presencia e importancia de la greguería de Ramón Gómez de la Serna en la Generación del 27.Artifara 20.2 (2020) Monográfico, pp. 37-45. DOI: http://dx.doi.org/10.13135/1594-378X/4890]