San Juan de la Cruz
Noche oscura del alma y Cántico espiritual en PDF
1) Vida de San Juan de la Cruz
…nació en 1542, en Fontiveros, un pequeño pueblo enclavado en la comarca de la Moraña abulense, de economía agrícola y ganadera, aunque con cierto embrión de una industria de telares [B. Velasco Bayón 1991].
Fue el segundo de los tres hijos del matrimonio formado por Gonzalo de Yepes y Catalina Álvarez, modestos tejedores de telas bastas…
A la muerte temprana del padre, quizá a consecuencia de la crisis agraria y del hambre que se cebó en Castilla por los años cuarenta del siglo XVI y que también se llevó consigo al segundo de los hermanos, Luis, [T. Egido 1991a:83; A. Marcos 1993:147], la madre, viuda pobre, intentó recabar infructuosamente ayuda de ciertos parientes toledanos
[Texto recuperado de https://www.cervantesvirtual.com/portales/san_juan_de_la_cruz/autor_biografia/]
Cuando Juan rondaba los diez años, la familia realizó el intento definitivo para remediar la emergencia crónica que venía arrastrando. Se trasladó en 1551 a Medina del Campo, donde existían mayores posibilidades no sólo económicas, sino también para la formación de Juan. Efectivamente, al poco tiempo de instalarse la familia en Medina, éste era admitido en el Colegio de los Doctrinos, anejo al convento de la Magdalena…
La permanencia en el Colegio de los Doctrinos le abrió las puertas de otra institución más importante, la del Hospital de la Concepción, o de las bubas, uno de los catorce que funcionaban en la ciudad. Acogido en aquel centro como enfermero y recadero, tuvo oportunidad de conocer mejor los ambientes educativos y culturales de Medina y ampliar los estudios.
Uno de los más prestigiosos era el Colegio de la Compañía de Jesús, inaugurado como filial del de Salamanca hacía pocos años, coincidiendo casi con la llegada de Juan a la ciudad.
[…]
Cuando Juan contaba veintiún años, interrumpió inopinadamente sus estudios para abrazar la vida religiosa en los carmelitas de Medina. Ingresó en el convento de Santa Ana, inaugurado hacía tres años, a mediados de 1563. Al vestir el hábito religioso, cambió el apellido de familia por el religioso y comenzó a llamársele Juan de Santo Matía. Un año más tarde, y superada la prueba del noviciado, en fecha desconocida, emitió su profesión en la Orden del Carmen.
Antes de inscribirse para el último curso salmantino 1567-1568, tenía madurada una decisión que iba a cambiar el curso de su existencia. Pensaba dejar la Orden del Carmen y pasarse a la Cartuja. Durante las vacaciones veraniegas de 1567 se trasladó a Medina del Campo para cantar su primera misa en presencia de la madre y demás familiares. Coincidió allí con Santa Teresa, que ultimaba trámites y detalles para su segunda fundación femenina, la que seguía a la de San José de Ávila. Habían llegado a oídos de la fundadora noticias de aquel joven religioso y manifestó ardientes deseos de entrevistarse con él. Fue un encuentro trascendental para ambos.
Ella consiguió atraerle a su proyecto de reformar la rama masculina de la Orden, para lo que necesitaba religiosos decididos a secundar sus planes e ideas.
Juan se ofreció con una precisa condición: que no se demorase la realización del proyecto; de lo contrario, él cumpliría su propósito de ingresar en la Cartuja…
[Texto recuperado de https://historia-hispanica.rah.es/biografias/25137-san-juan-de-la-cruz]
La vocación religiosa y la llamada al Carmelo fueron claras en la vida de San Juan – en ese siglo Juan de Yepes Álvarez, hijo de una pareja pobre de la vieja Castilla, cerca de Ávila – ya al final de su formación. Tenía dieciocho años y salía del Colegio de los Jesuitas de Medina del Campo, donde había estudiado ciencias humanas, retórica y lenguas clásicas: era el 1563. Enseguida se dio el encuentro con Teresa de Jesús que cambio la vida de ambos. Juan la conoció de sacerdote y enseguida fue involucrado y fascinado por su plan de reforma del Carmelo, también en la rama masculina de la Orden.
[Texto recuperado de https://www.vaticannews.va/es/santos/12/14/s--juan-de-la-cruz--sacerdote-y-doctor-de-la-iglesia--carmelita-.html]
2) Mística española
La culminación de la mística española se extendió en un periodo que puede abarcar de 1560 a 1600. Una característica peculiar de la literatura religiosa del período es la estrecha unión entre la Mística y la Ascética. Místicos, en el sentido más propio de la palabra serían Fray Juan de los Ángeles, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Estos dos últimos por encima del primero en cuanto valores literarios, religiosos e incluso filosóficos. Viene esto a demostrar que la escuela carmelitana es la culminación de la Mística española universal…
[Aniano Álvarez Suárez en El “Libro de las Fundaciones” de Santa Teresa de Jesús, “Teresianum” 62 (2011)]
Cuando San Juan de la Cruz se pregunta si la experiencia mística surge de un llamado universal a la salvación o es obra de la predestinación, su posición es claramente paulina: Cristo murió para la salvación de todos, pues todos han pecado y todos necesitan ser redimidos del pecado para que, con el auxilio de la gracia, puedan acoger el don de la salvación que Cristo nos alcanzó en la cruz, en la entrega voluntaria de sí mismo en obediencia al Padre y por amor a cada uno de nosotros.
En contra de quienes piensan que la mística es una experiencia extraordinaria reservada a unos cuantos que Dios elige por razones misteriosas, San Juan de la Cruz afirma que cualquiera puede ser místico. Y para fundamentar dicha afirmación, en "Subida del Monte Carmelo" presenta cuatro principios con base en los cuales cabe comprender el carácter universal del misticismo.
Primer principio: el fin sobrenatural de la vida es la unión mística. Segundo principio místico: el amor de Dios es absoluto y excluyente; Tercer principio: los medios deben ser proporcionados a los fines; Cuarto principio: la fe es el único medio proporcionado para la unión con Dios.
[L. González Suárez en Principios y actualidad de la experiencia mística en San Juan de la cruz, Theol. Xave. vol.66 no.181 Bogotá Jan./June 2016. https://doi.org/10.11l44/javeriana.tx66-181.paemsjc]
3) Noche oscura del alma
En la "Noche Oscura" trata de la purificación pasiva, o sea, de la que Dios hace en el alma, interviniendo en ella de un modo extraordinario, y si el alma no opone obstáculo a esa labor del poder divino. La lectura de estas páginas asombrosas, escritas con un rigor técnico y una sobriedad de estilo que envidiaría Linneo para describir el desarrollo de los tejidos de una planta, resulta impresionante y de tanta más difícil realización en la práctica de nuestra vida, cuanto más meditamos sobre lo leído: obedece ello, sin duda, a que hace repercutir en la conciencia de nuestra espiritualidad amortiguada y con ritmo violento, las pulsaciones de todos los apetitos y gustos y hábitos que nos atan a las cosas y a las personas.
[Eladio Esparza en tu texto El caso San Juan de la Cruz]
En este libro se ponen primero todas las canciones que se han de declarar. Después se declara cada canción de por sí, poniendo cada una de ellas antes de su declaración […] En las dos primeras canciones se declaran los efectos de las dos purgaciones espirituales: de la parte sensitiva del hombre y de la espiritual. En las otras seis [se] declaran varios y admirables efectos de la iluminación espiritual y unión de amor con Dios.
[Prólogo de la Noche Oscura en la edición de la BAC]
Todo lo expresado por Juan de la Cruz ha sido vivido antes por él. Su pluma tiene como fuente sus propias experiencias místicas. “No repite datos ajenos- dice Eulogio Pacho- ni trabaja de segunda mano” (Pacho, Contribución 171). Su lenguaje es testimonial, el símbolo de la noche ha sido vivido por él…
Las cuatro primeras estrofas del poema de la Noche nos presentan la salida del alma en medio de la oscuridad nocturna. El alma sale “con ansias en amores inflamada”, se trata del amor que Dios infunde en ella, amor que debe ser mayor que el que se tiene a las cosas naturales. El alma sale sin ser notada, teniendo sus pasiones y apetitos controlados y por eso dice “estando ya su casa sosegada”
El alma se siente segura como fruto de la desnudez en la que se encuentra, se ejercita en el amor y sube disfrazada por la escala mística. Según el santo en su declaración del poema, el disfraz está confeccionado en tres colores que representan las tres virtudes teologales, a saber, verde, blanco y colorado (De la Cruz. Noche II.21). El atuendo le sirve al alma para pasar desapercibida y no ser vista por sus enemigos que son el mundo, la carne y el demonio…
La ocasión de desnudarse de todo “lo criado” que le ofrece la noche al alma, culmina en la perfecta libertad de espíritu. Es condición ineludible para que se de la unión el estar purificado y vacío de todo lo que no es Dios. Juan de la Cruz lo expresa del siguiente modo: “No se puede venir a esta unión sin gran pureza, y esta pureza no se alcanza sin gran desnudez de toda cosa criada […]”. (De la Cruz. Noche II, 23,4)
[Florencia Bailo en La noche en San Juan de la Cruz, símbolo de la desnudez espiritual y camino hacia la libertad de espíritu].
4) Cántico espiritual
El recorrido de San Juan sobre la ausencia erótica como analogía de la divina –de lenguaje tan sencillo y tropos tan aventurados– me deslumbró siendo muy joven.
el “Cántico espiritual” reseña la forma en que el peso del amor divino incendia, aligera y eleva.[…] empieza in medias res. Los amantes han tenido un encuentro –furtivo, dado que las bodas llegarán hasta la estrofa número 28– y la amada le impreca al amado.
El Amado se identifica con el ciervo –bello, potente, esquivo, rapidísimo– y la amada con el cazador que habrá de perseguirlo. El arranque ya es conceptuoso, porque el herido no es el cazado sino el cazador.
Queda la impresión de que San Juan se permite ceder a la desesperación, crispa el poema y escribe francamente “a lo humano”. Medita utilizando sólo las armas de la erótica renacentista, que suponía que los amantes no correspondidos enfermaban porque su alma los había abandonado al desplazarse hacia el objeto de deseo. Ese desplazamiento se entendía –según cuenta Baltasar de Castiglione en El Cortesano– como un fenómeno físico que sucedía por vía ocular: una alma se prendaba de la otra al mirar unos ojos y si ambas empataban, se intercambiaban; si no, un miembro de la pareja se quedaba con dos almas y el otro tenía que resignarse a vagar habitado solamente por el recuerdo de la mirada de quien le dejó hueco.
[Texto de Álvaro Enrigue Un cántico imposible. “Cántico espiritual”, de San Juan de la Cruz para “Letras Libres” (diciembre, 2008)]