Mariano Azuela
Escritor, político y revolucionario
Nació en Lagos de Moreno, Jalisco, el 1º de enero de 1873. Fueron sus padres los señores Evaristo Azuela y Paulina González. La familia era propietaria de un rancho, situado en las inmediaciones de Lagos.
En 1889 se trasladó a Guadalajara y se matriculó en el Liceo de Varones del Estado de Jalisco, en el que concluyó sus estudios preparatorios. Luego estuvo un año en el Seminario Conciliar de Guadalajara.
En 1894 inició sus estudios profesionales en la Escuela de Medicina de Guadalajara, durante los cuales residió en una casa de asistencia que se encontraba en la calle de Belén
En tanto realizaba el internado en el Hospital Civil, escribió su primera novela, que tituló María Luisa, y en 1899 obtuvo su título de médico.
En 1900 regresó a su natal Lagos, donde adquirió una botica que se transformó en un lugar de tertulia de los lugareños intelectuales y se dedicó al ejercicio de su profesión.
[Texto recuperado de la Enciclopedia histórica y biográfica de la Universidad de Guadalajara; http://enciclopedia.udg.mx/articulos/azuela-gonzalez-mariano]
Breve biografía intelectual
Empezó a escribir en su juventud, cuando cursaba el bachillerato, en 1896, utilizando el seudónimo “Beleño” en el Gil Blas cómico.[2] Practicó el ensayo, el cuento, la biografía y el teatro, pero fue la novela la que le dio el prestigio y la notoriedad con los que cuenta hasta el día de hoy. De este periodo destacan su primera novela, María Luisa (1907), Los fracasados (1908), Mala yerba (1909), Andrés Pérez, maderista (1911) y Sin Amor (1912). Su interés en la política nacional se concreta con la caída de Madero, por ello se unió a las fuerzas revolucionarias villistas de Julián Medina y obtuvo el puesto de Director de Instrucción Pública de Jalisco en 1913, pero con la llegada de los carrancistas se unió a la lucha como médico militar. Para estos años, según testimonios de sus hijos, ya había terminado Los caciques.[3] Más tarde, sus experiencias serían retomadas en su libro más exitoso, Los de abajo, novela publicada originalmente en folletines en el periódico El Paso del Norte en 1915 y en ese mismo año en formato de libro.
[Texto de: Danaé Torres de la Rosa. Instituto Tecnológico Autónomo de México ITAM (2019 / 11 mar 2019). Para la Enciclopedia de la Literatura en México (ELEM); https://www.elem.mx/autor/datos/91]
Tres obras tempranas de Mariano Azuela
"De mi tierra" fue el primer texto célebre de Mariano Azuela, escuchado en solemne ceremonia y publicado el mismo mes de junio en El Imparcial. Después de ese cuento, además de diversos artículos, Azuela publicó, de 1903 a 1907, seis relatos: "Pinceladas" (Azuela 1993: 1031-1032), "Víctimas de la opulencia" (1036-1038), "En derrota" (1039-1045), "Nochistongo" (1040), "Loco" (1047) y "Lo que se esfuma" (1048-1056).
En "Pinceladas", se describe la fascinación con que una viuda, joven y hermosa, ve a un sacerdote. La escena que pinta el autor sucede en la iglesia parroquial de Lagos (Azuela 1993: 12). Luis Leal habla de este relato como experiencia de "un nuevo estilo, tal vez bajo la influencia de los poetas modernistas" (1961: 12). Dessau encuentra en este cuento un sentido anticlerical (1973: 174).
En "Víctimas de la opulencia", una mujer que está empleada como nodriza en la casa de una familia rica de Lagos desatiende a su hijo por alimentar al de sus patrones. Un día, acude a su casa a ver el cuerpo sin vida de su hijo, que ha muerto de inanición, y se va luego a la casa de sus amos. Al quedarse sola con el niño de éstos, siente remordimientos por lo sucedido y decide darle muerte al niño, pero se contiene. En este relato, el narrador expresa de manera explícita una condena.
"En derrota" está situado en el espacio rural. Trata de un joven bien parecido, Juan, que llega a trabajar a una hacienda. Las muchachas lo quieren para novio. Él se muestra ensimismado. Se enamora de Camila, la hija del mayordomo, pero considera irrealizables sus aspiraciones. Camila le dice que los padres de Basilio van a pedirla para éste en matrimonio, pero que es a él a quien ama. Los padres de Camila no permiten a los del pretendiente hacer el pedimento, lo que provoca la ira de Basilio, que jura matar a Juan. Se celebra la boda de Juan y Camila. En el festejo, se presenta Basilio y rapta a la novia. El padre de Camila consigue que Juan vaya en su persecución, pero no tiene éxito. Se suicida, arrojándose a una poceta.
"Nochistongo" es una descripción poética del paisaje visto desde la ventanilla de un carro de ferrocarril en una tarde lluviosa. Para Dessau, el toque lírico da profundidad al sentido de melancolía que hay en este relato (170). Como en dos de los relatos aparecidos en Impresiones de un estudiante, "Era la hora de la siesta" y "Página negra", hallamos en él la incorporación explícita del autor, un yo narrativo.
[Texto de Sergio López Mena, La narrativa de Mariano Azuela, 1895-1918, recuperado de: <http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-25462010000200007&lng=es&nrm=iso>. accedido en 17 marzo 2025.
Este estudio es, en su totalidad, una excelente presentación de la obra de Mariano Azuela, tanto en su complejidad como en su evolución. Recomendamos al lector, de manera encarecida, su lectura].
Los de abajo
La revolución mexicana y la novela revolucionaria
La Revolución Mexicana es el acontecimiento socio-político que inspirará y vertebrará la novelística mexicana más importante del presente siglo. Este capítulo impar de la narrativa mexicana se conoce en la historia de la literatura hispanoamericana como La novela de la Revolución Mexicana.
La Revolución Mexicana es un movimiento confuso en sus orígenes, si exceptuamos la madurez histórica de un pueblo, cansado de la injusticia y del caciquismo, y que siente la asfixia de un «Orden y Progreso» mantenidos por la represión. Un pueblo en el que una emergente clase media veía cerradas sus perspectivas de participación y se ahogaba en la inmovilidad de las clases sociales que la dictadura mantenía. En este mundo social, en que los valores prestigiosos de la clase preeminente eran importados de Europa, surge la Revolución como un cambio cualitativo. La Revolución es el tiempo nuevo, el tiempo dinámico, que va a hacer posibles los cambios de fortuna, los encuentros azarosos, los heroísmos y las brutalidades. Hay trasvase de gentes, de Norte a Sur, expectativas de cambio; todo ello da al pueblo una conciencia nacional. El pueblo se atreve a ser, exterioza su intimidad, se inicia en el ejercicio de su actividad social comunitaria. Esa comunión entrañada del pueblo en la Revolución explica que hombres y gestos destacados de la misma sean asimilados fácilmente: son pueblo. La literatura es la conciencia de un pueblo. La novela de la Revolución Mexicana es el interrogante que inquiere sobre ese drama en que han participado todos los mexicanos. La novela de la Revolución Mexicana es el medio [30] y la expresión de un proceso colectivo de doble vertiente, que Brushwood llama «proceso simultáneo de extroversion e introversión» [31] , una pregunta hacia dentro, sobre el sentido de la mexicanidad, y una pregunta hacia fuera, sobre el sentido de la mexicanidad en relación con el exterior.
[Introducción a la edición de Cátedra por Marta Portal]
Mariano Azuela y Los de abajo
«En Los de abajo Mariano Azuela ofrece una versión narrativa de aquel presente de 1914 y 1915 que vivía, observaba y registraba en innumerables notas tomadas al paso de las horas y días; naturalmente, aquellos episodios trascendieron, tanto que muy pronto marcaron un antes y un después en la historia de México.
Azuela fue testigo y protagonista de ellos por su legítimo interés por conocer de cerca los hechos que ocurrían y a los individuos que los protagonizaban, y por eso aceptó colaborar con el grupo de la facción villista encabezado por el general Julián Medina; estuvo bajo su mando y durante esos escasos siete meses, Azuela pudo observar y padecer el ascenso y descenso del villismo, que conoció como gobierno y como ejército. Ambos horizontes los recreó en las novelas Las moscas y Los de abajo, que fue escribiendo día a día».
Con el estilo del relato realista de la novela, Azuela ya había venido escribiendo el que sería su “ciclo” novelístico de la Revolución mexicana. Comprendió, primero, Andrés Pérez, maderista, para analizar las contradicciones de los maderistas y de esa revolución que calificó de “mentirijillas”; después Los caciques, para mostrar las prácticas del poder y enriquecimiento de los caciques en Lagos de Moreno; en tercer lugar Las moscas, para caracterizar el oportunismo del burocratizado gremio magisterial que luchaba por sobrevivir dentro del caos derivado del derrocamiento de Huerta,¹² y los dos relatos largos: Domitilo quiere ser diputado y Cómo al fin lloró Juan Pablo —ambos publicados en 1918, pero basados en sus notas de años anteriores—, uno sobre el oportunismo de los caciques pueblerinos con uniforme de revolucionarios y otro sobre la convicción de un revolucionario poco afortunado.
Con Los de abajo cerró el “ciclo” y con ella prosiguió explorando un proceso de creación literaria en apariencia idéntico, pero realizado de manera radical: las tres o cuatro semanas de campaña militar dentro del Estado Mayor del general Medina —en su condición de “médico de tropa”—, más los treinta y tantos días del calamitoso traslado del herido coronel Manuel Caloca ya referidos, Azuela los transmutó en la esencial indagación estética de su relato y en su revaloración humana, en el sentido moral. Como referí, en sus conferencias resultó relevante la descripción del entorno humano con el cual convivió y luego recreó en la caracterización de “los de abajo”; eran hombres apenas identificables por sus apodos o nombres de pila, y quienes integran el reducido círculo del Estado Mayor de Demetrio Macías, el protagonista de la novela.
«Sin embargo, como novelista, sus oídos y lápiz estaban en atenta y ágil vigilia para consignar esos momentos verbales y esos gestos de la conducta, con toda la intensa provisionalidad de una realidad, la realidad de esos hombres. A vuela pluma, en sus notas sueltas Azuela estaba capturando las palabras y la conducta de aquellos anónimos individuos en esos instantes; además, también añadía la nota de color, la descripción, el comentario personal, y así, al paso de esas notas sueltas, fue acumulando la retacería de las múltiples experiencias y expresiones de esa muchedumbre, la que está en la base de la caracterización de sus protagonistas y sus acciones, pronto y creativamente enmarcadas por un entorno de ficción.
En apariencia, aquella compleja y exacerbada realidad es la misma que registró en sus notas, pero no es idéntica en los hechos novelescos que él elaboró a partir de ellas. Sin embargo, con la novela ocurrió un fenómeno convencional en el ámbito literario: como la historiografía —eso que se escribe sobre el pasado, que llamamos historia y que leemos en libros— pertenece al dominio de la literatura, y no al revés, entre ambas se dio un sutil doble vasallaje: los lectores han trasladado la novela Los de abajo al plano documental y, así, ésta se ha convertido “naturalmente” en un testimonio histórico; es decir, el lector ha privilegiado la representación histórica y minimizado la recreación literaria — con sus connotaciones metafóricas— de esa ficticia historia narrativa. Tan ha sido así, que por décadas se han obviado las cualidades estéticas de la novela a cambio de atribuirle características historiográficas».
[Introducción de la edición del FCE por Víctor Díaz Arciniega]
En palabras del propio autor:
«He puesto […] todo mi esmero en remover y rendir mis recuerdos con la mayor fidelidad posible, naturalmente no en calidad de historiador o cronista, sino de novelista que procuró captar más que hombres, cosas y sucesos, la honda significación de los mismos, para creaciones más o menos arbitrarias [1077- 1078]».