Octavio Paz
Octavio Irineo Paz Lozano
Vida
Mi padre era mexicano y mi madre española. Siendo mexicano, también me fascinó la otra vertiente de mi origen. Por mis abuelos maternos vengo del Puerto de Santa María y de Medina Sidonia. Cuando, ya mayor, conocí Jerez y Cádiz, me pareció regresar a mi niñez. Tuve dos tías, una gaditana y otra jerezana, que se llamaban Angustias y Salud; sus efluvios contradictorios mantenían el equilibrio psíquico de la familia. Mi familia paterna era liberal y, además, indigenista: antiespañola por partida doble. Mi madre detestaba las discusiones y respondía a las diatribas con una sonrisa. Yo encontraba sublime su silencio, más contundente que un tedioso alegato. Mi madre —hormiga providente... pero hormiga que cantaba como una cigarra— me decía: procura ser modesto, ya que no humilde. La humildad es de santos, la modestia, de gente bien nacida…
[Texto de Octavio Paz en Puerta del Sol recuperado de “También soy escritura, Octavio Paz habla de sí” editado por Julio Hubard para el Fondo de Cultura Económica]
Mi casa era grande y pequeña mi familia. Cinco personas: mi abuelo, una tía, mi madre, mi padre y yo. Las ausencias de mi padre eran frecuentes... El patriarca de la familia era un hombre de la edad que yo tengo ahora, ochenta años. Cargaba sobre sus hombros más de medio siglo de historia de México, de la Intervención francesa a la Revolución. Como todos los niños, me sentía solo, aunque estaba cerca de mi madre, de mi tía y, mientras vivió, de mi abuelo… [Soy otro, muchos otros]
Vivíamos en una casa grande, con un jardín. Éramos una familia venida a menos, empobrecida por la revolución y la guerra civil. Nuestra casa, llena de muebles antiguos, libros y objetos, se desmoronaba poco a poco. A medida que caían los cuartos, nosotros llevábamos los muebles a otro cuarto. Recuerdo que durante mucho tiempo viví en una habitación espaciosa, pero a la que le faltaba parte de un muro. Unos suntuosos biombos me defendían bastante mal del viento y de la lluvia. Una enredadera se metió en mi cuarto. En mi casa, como en todas las casas mexicanas de aquella época, al menos las de la burguesía y la clase media, los hombres no eran muy católicos, más bien eran libre pensadores, masones, liberales. En cambio, las mujeres eran fervorosamente católicas. [...] y, como todos los niños, tuve crisis de fervor religioso. Me preocupaba mucho saber si mi abuelo, que no era creyente pero al que yo consideraba como uno de los hombres más buenos de la tierra, se iba a salvar o no. Aquello de que estaba condenado a ir al infierno me parecía atroz. Una incongruencia de Dios: condenar a un hombre bueno simplemente porque no creía en él. Y esto me hizo pensar que los filósofos paganos y los héroes que en la escuela nos enseñaban a admirar habían ido a dar también al infierno. Todo esto me horrorizaba y, al mismo tiempo, fomentaba mi fervor [Entrevista con Rita Guibert].
Cercanía a la Revolución
Estos jóvenes querían irse al norte, en la época de la dictadura de Victoriano Huerta, donde estaban los ejércitos más disciplinados y los que realmente, desde el punto de vista militar, le dieron el triunfo a la Revolución. En el norte dominaban los rancheros y la clase media; en el sur, los campesinos sin tierra, bandas que la prensa llamaba "bárbaros", "hunos", etc. Sucedió que esos jóvenes no pudieron unirse a las fuerzas norteñas y se fueron al sur, donde conocieron a Zapata y fueron conquistados por el zapatismo. Mi padre pensó desde entonces que el zapatismo era la verdad de México. Creo que tenía razón. Más tarde, la amistad con Soto y Gama y otros que habían combatido en el sur con los ejércitos campesinos consolidó mis creencias y sentimientos. El sur era y es acentuadamente indio; allá la cultura tradicional está todavía viva. Cuando yo era niño visitaban mi casa muchos viejos lideres zapatistas y también muchos campesinos a los que mi padre, como abogado, defendía en sus pleitos y demandas de tierras. ["Pasados" (8:248)].
Como muchísima gente en el siglo XX, yo he sufrido y gozado la suerte de los emigrantes. Cuando yo era niño mi padre tuvo que dejar México. Era la época de la revolución mexicana y mi padre, que había participado en política y colaborado con el grupo de la Convención y con Emiliano Zapata, tuvo que salir huyendo después de las grandes derrotas del Ejército del Sur. Salió huyendo y tuvo que irse a Estados Unidos como representante personal del general Zapata. Nosotros tuvimos que unirnos a él un año después. Yo era entonces muy niño, me acuerdo muy vagamente. Atravesamos todo el país en tren. Todavía los trenes iban muy escoltados por soldados porque había frecuentemente tiroteos con las guerrillas. A veces en alguna de las estaciones desoladas del norte, se veía en un poste a un colgado con la lengua fuera. Para mí éste fue un recuerdo inolvidable, un viaje terrible de más de una semana desde la ciudad de México hasta la frontera, donde nos esperaba mi padre. De ahí fuimos a dar a Los Ángeles, donde vivimos dos años. De modo que desde niño tuve que vivir la suerte del refugiado, tuve que aprender hablar otro idioma y a saber enfrentarme a niños distintos a mí. ["Yo también fui un emigrante", (entrevista con Antonio Caño)
Adultez
Fundó, junto con otros jóvenes poetas, las revistas Barandal (1931), Taller (1938) y El Hijo Pródigo (1943). A principios de los treinta inició amistad con Efraín Huerta, José Revueltas y frecuentó a los Contemporáneos. Al recibir la beca Guggenheim (1943-1944), viajó a los Estados Unidos, donde entró en contacto con la poesía en inglés. En 1945 comenzó su labor diplomática en la Embajada de México en París, país donde conoció a André Breton y Benjamín Péret, así como a otros escritores e intelectuales franceses y de distintas nacionalidades. Posteriormente fue designado encargado de negocios ad interim en la Embajada de México en Japón (1952). En 1955, en México, fundó con Leonora Carrington, Juan Soriano y Juan José Arreola el grupo de teatro Poesía en Voz Alta. Retornó a París en 1959 y, de 1962 a 1968, vivió en Delhi como embajador de México en la India.
A su regreso a México, fue director de la revista Plural (1971); después fundó y dirigió, hasta su muerte, la revista Vuelta (1976). Fue profesor invitado en las universidades de Cornell, Pittsburgh, Austin, Harvard y en el Churchill College de Cambridge, Inglaterra, entre otras. Colaboró en revistas como Fontaine, Esprit, Les Lettres Nouvelles (Francia); New directions, Horizon, Times Literary Supplement (Londres); Evergreen Review, New World Writing (EUA); Sur (Argentina); Mito (Bogotá); Orígenes (La Habana); Papel Literario (Caracas); Cuadernos Americanos y la Revista de la Universidad (México).
[Texto recuperado del Colegio Nacional https://colnal.mx/integrantes/octavio-paz/]
Crítico político
El punto central del debate intelectual de Paz se localizó en el escenario del poder, de la política, de la ideología, de lo que podríamos llamar los usos de las ideas. El debate sobre el papel intelectual en México tuvo aparición hacia los años sesenta en torno a las revistas El Espectador, Política y el suplemento cultural La Cultura en México en la revista Siempre!: los espacios fueron estrechos; criticar desde fuera del sistema político o desde dentro; no hubo términos medios. Paz se colocó desde la periferia del poder para mirar, criticar y reflexionar; los demás intelectuales usaban el análisis, la palabra, para recomendar, aconsejar, influir, conducir, acotar, para meterse en el centro de la política. Ahí estuvo la diferencia entre el crítico y el militante…
Octavio Paz se vio a sí mismo como un poeta y un hombre de compromisos en sus circunstancias, pero con ciertos márgenes de maniobra. Fue cumplidor en sus tiempos de diplomático, aunque se permitió márgenes de libertad creativa no tanto para su poesía sino para su obra ensayística, Por ejemplo, El laberinto de la soledad –que irrumpió con enfoques históricos, sociológicos, de personalidad cultural del mexicano– lo escribió en 1950 desde una oficina diplomática en la cancillería mexicana y en esa indagación dejó entrever los primeros indicios del Paz como observador político crítico…
— De 1936 a 1950: desde su participación en el movimiento antifascista alrededor de la guerra civil española, hasta su actividad como periodista y analista en El Popular, el diario de Vicente Lombardo Toledano y el Partido Popular, y como analista Paz estuvo subordinado al entonces gerente del diario, nada menos que Fidel Velázquez Sánchez, quien después sería el legendario líder de la CTM por más de cincuenta años. Fue la fase del Paz militante, de izquierda, con convicciones socialistas definidas como objetivo, escribiendo para influir, no para reflexionar: fueron artículos de fondo, no ensayos.
–De 1950 a 1970: en esos años apareció y se desarrolló el Paz de la reflexión política activa, ya decantando algunas preferencias: de su texto en la revista Sur criticando los campos de concentración soviéticos en marzo de 1951 para encerrar a disidentes ideológicos a Posdata, su principal reflexión política de corte de caja y propuesta democrática para el México priísta, a partir de la explicación de los acontecimientos del 68, sobre todo de la represión en Tlatelolco el 2 de octubre.
–De 1971 a 1998: en este periodo se percibe al Paz más integral, no sólo con una mayor claridad sobre la realidad que lo rodeaba y con propuestas para salir de los atolladeros, sino embarcado en los debates políticos e ideológicos en el espacio del papel de escritor/intelectual; de la fundación en 1971 de la revista Plural a su muerte fue el Paz ya del debate, de la confrontación, del dardo envenenado, de los verbos expansivos al cerebro. En 1972 se dio el arranque formal –que nunca cerraría– del debate sobre los escritores/intelectuales y el poder/la política con la mesa redonda en la revista Plural con el tema “1972: los escritores y la política” pero como respuesta rápida a las críticas del ya llamado Grupo Monsiváis –que luego comandaría Héctor Aguilar Camín– en el suplemento La Cultura en México dedicado sin duda al Grupo Paz. El detonador del debate sobre el papel del intelectual fue el acercamiento del presidente Luis Echeverría a los hombres de letras y el apoyo de algunos de éstos al jefe del Estado, en torno a lo que Echeverría llamó la reactivación de la Revolución Mexicana.
[Texto de Carlos Ramírez Las estaciones políticas de Octavio Paz para Letras Libres https://letraslibres.com/revista-espana/las-estaciones-politicas-de-octavio-paz/]
Sor Juana, símbolo de la mexicanidad, de la universalidad
Quisiera agregar algo más sobre la idea de la invención de América, que se convierte en otra invención. Es decir, América comenzó –no solo México, todo el continente, incluidos los Estados Unidos– como un concepto europeo, y muy pronto se convirtió en un concepto americano. Esto es muy importante. La traducción, en el sentido profundo de la palabra, tuvo su papel. Hemos hablado de la conquista, pero luego hemos evocado la figura de sor Juana Inés de la Cruz. Es la escritora más importante del siglo XVII, y me atrevo a decir que es la escritora más importante del continente. En la literatura de lengua inglesa no encontramos una figura comparable (…)
Ahora, en sor Juana hay también esta traducción de la poesía barroca del siglo XVII al español, es un español muy puro, pero hay también elementos que no aparecen en la literatura española de la época. Es decir que la literatura de América Latina comienza como una traducción, una trasposición del español en América, y enseguida se convierte en otra cosa. El gran crítico español Menéndez Pelayo pensaba que la literatura de América Latina era una rama del arte español. Se equivocó de un modo absoluto, porque esta rama se convirtió por sí misma en algo diferente, en un árbol. Al contrario, es más bien este árbol el que influyó a España, a finales del siglo XIX. Ahora, vemos poco a poco cómo también la evolución de la literatura de América Latina va al revés de la evolución de la literatura europea. Ustedes comenzaron con los balbuceos del francés o del español. Y poco a poco la lengua francesa se convirtió en la lengua universal. Ustedes comenzaron desde el suelo, desde las raíces hacia el cielo. En América Latina sucede lo contrario. La lengua española era una lengua formada, una lengua universal, con una gramática, una lengua heredera de los grandes poetas del Renacimiento, sobre todo de los poetas italianos, pero también con el modelo de los clásicos grecolatinos, y poco a poco todo ello arraigó en el suelo americano. Es un proceso totalmente diferente. En Europa, es el proceso del suelo al cielo, en América es el proceso contrario: del cielo a la tierra. Y es un fenómeno idéntico en Argentina, en México o en Estados Unidos (…). La literatura de América Latina y de América del Norte no se explica sin Europa: hay un diálogo continuo entre América y Europa. Y es por esto que un escritor como Borges, pero no solamente Borges, también Rubén Darío y muchos otros, hicieron un doble aporte: por un lado con los instrumentos heredados de Europa descubrieron nuestra realidad, y al mismo tiempo presentaron a Europa una imagen del continente que los europeos habían olvidado o ignorado; es decir que una misión de la literatura de América Latina ha sido recordar a Europa su universalidad.
[Entrevista de Octavio Paz, recuperado de Octavio Paz sobre la hispanidad y la mexicanidad, editada por David Noria. https://letraslibres.com/revista/octavio-paz-sobre-la-hispanidad-y-la-mexicanidad/]
Los hijos del limo
Un atento recorrido y una recuperación de las reflexiones centrales del ensayo tal vez nos permitan responder o, al menos, plantearnos con rigor y espíritu crítico las cuestiones que Paz dejó entrevistas en los puntos suspensivos de una historia que él ya no pudo cartografiar y que posiblemente nos toque a nosotros reconocer. Y en este sentido cabría articular nuestra actual inquisición a Los hijos del limo desde las dos instancias conceptuales que le son axiales: la analogía y la ironía. Sobre la primera, ya hemos comentado cómo la visión romántica, a través del texto-emblema de Shelley, traza el arco necesario para que la noción de la temporalidad subvierta, a partir de entonces, las categorías precedentes. Así, el tiempo circular de las culturas antiguas, el cíclico de las mitologías o el lineal-trascendente del cristianismo fueron sustituidos por el tiempo crítico y racional de la historia, del futuro, del progreso y de la ciencia. Pero el romanticismo abjuró de la historia y su teleología, y restauró la vocación sagrada en el corazón de los hombres, su filiación con el dominio espiritual…
Octavio Paz ahorma el alma romántica con los velos de la analogía, que según él, ocasiona en sus cofrades un modo distintivo de percibir el mundo y de interpretar la realidad (y también la irrealidad). A través de la percepción de un sistema de correspondencias analógicas, esos signos en que está representado el mundo trazan figuras con sentido, componiendo un tapiz, un mural, un mosaico vivo, danzante y mutable, dinámico y eternamente rotatorio, como el movimiento de los planetas y los cuerpos celestes en el sistema solar. Como bien declara Paz, este tipo de creencia es anterior al cristianismo y permaneció como corriente alterna a lo largo de la Edad Media, perviviendo a través de neoplatónicos, iluministas y ocultistas hasta llegar al siglo XIX…
Octavio Paz no señaló, no pudo señalar, todas las corrientes que todavía heredarían ese patrimonio poético. Tras las vanguardias llegaría el aire frío del existencialismo como corriente literaria y filosófica. Las poéticas de la solidaridad, del compromiso social y del canto cívico serían preeminentes durante los años posteriores a los graves conflictos bélicos de la primera mitad de siglo XX. Pero pronto emergerían de nuevo manifestaciones artísticas donde el soplo vívido del arte menos aferrado a la conciencia de la muerte plasmaría formas y expresiones renovadas, y que el paraguas de la posmodernidad resguardaría: la psicodelia, los neobarroquismos, el pop-art, la fulguración de lo antipoético y coloquial, etc. Y junto a todas estas figuraciones, un repunte intenso, insoslayable y potente de cierto neoespiritualismo, revestido del prestigio creciente hacia las religiones no occidentales o las expresiones diversas, más o menos difusas, de lo inmaterial. Octavio Paz no pudo evitar referirse a esa historia posterior, que él hubiese querido articular, y hacia el final de Los hijos del limo apunta el concepto, matizando —eso sí— su escepticismo: «poesía de la postvanguardia» para aludir, sin concretar, a los posibles herederos del limo…
[Texto de Vicente Cevera Salinas Los nietos del limo. Para Biblioteca Virtual Cervantes. https://cvc.cervantes.es/literatura/tradicion_rupturas/cervera.htm]
Escrito en 1974, el ensayo Los hijos del limo está dividido en siete partes: “La tradición de la ruptura”, “La revuelta del futuro”, “Los hijos del limo”, “Analogía e ironía”, “Traducción y metáfora”, “El ocaso de la vanguardia”, y “Apéndices”. Octavio Paz ha fundamentado el título de su ensayo inspirado en un poema del francés Gerard de Nerval, “Le Christ aux Oliviers”, y el experimento artístico de Los hijos del limo ha consistido en, como el propio Paz nos advierte en el “Prefacio”, “una prolongación de la respuesta que intenté dar a la pregunta […] ¿Cómo se comunican los poemas? [planteada] en El arco y la lira”.[1] El ensayo de Paz pretende aleccionar a todos los que queremos comprender los misterios de la poesía y encontrar respuestas a la aventura del hombre a través de todos los tiempos sobre el nacimiento de la poesía y, en concreto, de la poesía moderna.
La obra pone de relieve la lucha contra un sistema antiguo y cíclico fundado en arquetipos, los cuales han construido una sociedad en la que las cosas no se transforman, donde no suceden cambios. Pero a partir del siglo XVIII, con la Ilustración y el Racionalismo alemán, surgen los pilares de una nueva sociedad, la moderna, la cual ya no se cimenta en arquetipos cíclicos sin cambios, donde se cierran las puertas del futuro, sino al contrario, se abren las puertas del futuro a través de la crítica y la razón. Paz menciona algo particular y significativo, la modernidad es propia de Occidente, las culturas fundadas en arquetipos, como la cristiana, la musulmana y la India, mantienen un estado del tiempo pasado, sin cambios, sin futuro, donde lo estático las aleja de la modernidad.
“La revuelta del futuro”, como llama Paz a esta parte del ensayo, es, como su nombre lo indica, una revolución del cambio en una sociedad moderna por el futuro en movimiento, con cambios vertiginosos. La razón crítica actual, característica de nuestra modernidad occidental, es la propiciadora de crear y destruir al mismo tiempo los principios que, en un abrir y cerrar de ojos, se reforman y reestructuran constantemente, en “un camino en continuo hacerse y deshacerse, un método cuyo principio es examinar a todos los principios”.[5] La modernidad no promueve la idea de fusión con la divinidad, sino con la historia del hombre, y cambia trabajo en lugar de castigo y pecado, como cambia también el progreso y la política por la religión, símbolo esta última de retroceso y falta de cambio, de sistema atemporal y cíclico sin futuro.
[Texto de Vladimir Espinosa Meditaciones sobre Los hijos del limo de Octavio Paz para “Sombra del aire”. https://sombradelaire.com.mx/meditaciones-sobre-los-hijos-del-limo-de-octavio-paz/]
La llama doble
La llama doble es uno de los ensayos mίs extensos publicados por Octavio Paz. También es uno de los más intensos.
Por su ambiciόn, por su tensión intelectual, por la pasiόn con que está escrito, recuerda lo mismo las conferencias de Los hijos del limo que las incursίones y excursiones de El mono gramático. Su situación en el conjunto de la obra del autor no es, podemos adelantarlo, menos decisiva que el de esos títulos o el de otros como El laberinto de la soledad o Sor Juana Inés de la Cruz o Las Trampas de la fe…
La llama doble es precisamente el enigma de las relaciones entre la libertad y el destino que forman el nudo del amor —compuesto, leemos, de “contrarios en continua transmutación”: “la libertad escoge la servidumbre, la fatalidad se transforma en elección voluntaria, el alma es cuerpo y el cuerpo es alma”. El amor es, pues, libertad bajo palabra…
No es un tratado filosófico ni un estudio académico sino una meditación apasionada que se resuelve en un autoexamen, un ejercicio de valoración moral y un juicio sobre el mundo contemporáneo. Es, i, una historia de la idea del amor (y de la visión del mundo que esa idea supone) pero también una descripción de la experiencia amorosa, una reflexión sobre su sentido y un examen de su condición actual. Historia, descripción, reflexión, examen: distintas vías que condicen una y otra vez al mismo enigma…
[Reseña de La llama doble. Amor y erotismo de Aurelio Asiain, para “Vuelta”. Recuperado de Letras Libres. https://letraslibres.com/vuelta/la-llama-doble-de-octavio-paz/]
Entre Stendhal y Octavio Paz, a quienes podriamos reunir provisionalmente como “pensadores del amor”, existe una diferencia fundamental, que no reside en la disparidad de sus tiempos, ni en el brillo de sus creaciones literarias, sino en una circunstancia humana. La lectura de La llama doble nos revela que, a diferencia del novelista francés que nunca fue correspondido por Mathilde Viscontini, quien le inspiró su tratado sobre las pasiones, Octavio Paz es un hombre amado […]. La llama doble lleva impreso, en una invisible tipografía, el vuelo de una verdad íntima, que nos convence y nos conmueve a un tiempo. Descubrimos así que para hablar del amor no basta con haber amado: también es preciso haber sido amado…
La ofensiva primordial de este libro se juega contra el tiempo. Amamos porque somos y a pesar de que seamos hijos del tiempo. Es la quinta nota distintiva de nuestra idea del amor; es la paradoja central; es su nudo trágico: “Amamos simultáneamente un cuerpo mortal, sujeto al tiempo y sus accidentes, y un alma inmortal”. Y añade “…el amor es una de las respuestas que el hombre ha inventado para mirar de frente a la muerte…” El amor, como nos lo revela Octavio Paz, es una guerra secreta contra el tiempo, pero tal vez sea la única que entrañe la promesa de reconciliación y de gratitud para con el enemigo.
La llama doble no mistifica el amor, no encubre sus riesgos, su caída original, los peligros y las contradicciones que lo espolean ni las mezquindades que lo roen […] su fuerza se origina en el énfasis dado a su extrema fragilidad.
[Reseña de La llama doble. Amor y erotismo de Fabienne Bradu, para “Vuelta”. Recuperado de Letras Libres. https://letraslibres.com/vuelta/la-llama-doble-amor-y-erotismo-de-octavio-paz/]
Itinerario
Este libro está compuesto por dos ensayos. El más extenso, Itinerario, tiene un carácter autobiográfico pues es el relato de la evolución de mis ideas políticas. Biografía intelectual pero también sentimental y aún pasional: lo que he pensado y pienso acerca de mi tiempo es inseparable de lo que he sentido y siento. Itinerario es el relato y la descripción de un viaje, a través del tiempo, entre dos puntos, mi juventud y mi presente.
[Presentación del autor a la edición de 1994]
El libro tiene unas características singulares; dividido en dos partes (“La Espiral”, “Explicaciones”), reúne un par de textos más o menos extensos […] que fueron escritos como prólogos de los tomos VIII y IX de las Obras completas en curso de edición y tres entrevistas […] que sirven de glosa o comentario a lo anterior.
Tanto la voz confidencial, el tono autobiográfico y la andadura de biografía no sólo intelectual sino “sentimental y aun pasional” de abundantes tramos de los textos […], así como la exposición pormenorizada del desarrollo de las ideas sobre todo políticas que anuda a todo el conjunto, encuentran acaso su origen en el hecho de que Paz, que suele actuar por reacción, se enfrentó a la pertinencia de un recuento de su vida y su obra al preparar sus obras completas y al acercarse a sus ochenta años. Quiso, en la instancia, realizar una reflexión y una relación de ese doble arco personal y creador en las que comparece su vínculo consigo mismo, con su patria, con el mundo y con las convicciones propias y ajenas…
[Reseña de Danubio Torres Fierro a Itinerario para “Vuelta”. Recuperado de Letras Libres. https://letraslibres.com/vuelta/itinerario-de-octavio-paz/]