Francisco de Quevedo

Francisco de Quevedo y Villegas es uno de los autores representativos de nuestra lengua. En este caso presentamos, además de las 3 obras señaladas más abajo, una selección de poemas de Quevedo, realizada por Jorge Luis Borges en PDF

Francisco de Quevedo y Villegas, atribuido actualmente a Juan van der Hamen y a Diego Velázquez erróneamente en el pasado. Siglo XVII. (Instituto Valencia de Don Juan, Madrid).

1) Vida

Francisco de Quevedo fue el segundo hijo varón de una familia de funcionarios palaciegos, bien asentada en los entresijos de la administración y servicios del Palacio Real, en Madrid, capital y Corte de los Austrias. Su abuela era azafata de la infanta; su madre, viuda pronto, desempeñaba una función similar a su temprana muerte (en 1600), que ocurrió en el mismo Palacio Real; del resto de su parentela, una venerable dama, su tía, bien conocida en la Corte, a la que el escritor envió en 1613 su colección de poemas Heráclito Cristiano. De hecho, Francisco, cuando aún no había iniciado estudios, se convirtió en el primogénito, por la muerte de su hermano mayor Pedro, y debió su formación a una gracia solicitada por su abuela materna de la Reina. También le protegió la duquesa de Lerma, cuando el duque había alcanzado la privanza, durante los primeros años del reinado de Felipe III.

Estudió con los jesuitas, en Ocaña, y luego en Alcalá de Henares y Valladolid, en donde residió durante los años de Corte (1600-1606) bajo la tutela de Agustín de Villanueva, un alto cargo, padre de Jerónimo de Villanueva, otro de los personajes encumbrados durante la privanza del conde-duque de Olivares.

[Biografía de la Real Academia de la Historia, https://historia-hispanica.rah.es/biografias/37286-francisco-de-quevedo-y-villegas]

Una estancia en Valladolid, mientras esta ciudad es sede de la Corte, parece iniciar la interminable enemistad con Góngora, probablemente atizada por celos profesionales entre dos de las mentes más agudas (y atrabiliarias) de la época. En sus años de estudios mantiene correspondencia con el famoso humanista belga Justo Lipsio, y desarrolla su interés por las cuestiones filológicas y filosóficas, y su afición a Séneca y los estoicos. En diversos testimonios del tiempo se hallan referencias a su ingenio, a su defecto visual y a su cojera. Poco hay, en cambio, sobre su vida amorosa y más detalles de sus actividades al servicio del Duque de Osuna, que empiezan en 1613, y que le llevarán a desempeñar delicadas misiones diplomáticas, a menudo en la Corte española.

nunca deja de amistarse o reñir con variados personajes del momento: amistades con Carrillo y Sotomayor y Lope, enemistades con Góngora, Pacheco de Narváez, Morovelli de la Puebla...; ni de escribir asiduamente en los múltiples territorios literarios en que se mueve: festivos, morales, políticos. Un matrimonio poco exitoso en 1634, probablemente debido a la presión de la Duquesa de Medinaceli, nuevos pleitos, nuevos escritos... Y la prisión en 1639, por razones todavía no aclaradas del todo, que le mantendrá en San Marcos de León hasta poco antes de su muerte. Puesto en libertad en 1643 muere el 8 de septiembre de 1645 en Villanueva de los Infantes.

[Ignacio Arellano, Vida de Quevedo, noticia breve. https://www.cervantesvirtual.com/portales/francisco_de_quevedo/vida_y_obra/#vida]

2) Odiador, no “hater”.

En la lengua que enalteció Francisco Gómez de Quevedo y Villegas durante el Siglo de Oro, la palabra "odiador" es preferible al anglicismo hater […] para describir a aquellos que muestran abierta, masiva e incluso arbitrariamente su descontento hacia algo o alguien.

Podría decirse, pues, que el célebre escritor mencionado se ajustó bastante a esta definición, aunque para llevarla a cabo se apoyó en una prosa excelente, que ha pasado a la historia como una de las más destacadas de la literatura española.

Quevedo tenía palabras, y no precisamente amables, para todos: en sus escritos criticó amplia y sarcásticamente el léxico empleado por los cultos, presentando mayor familiaridad con el lenguaje de la "vida baja", pero también insultó sin tapujos a judíos y a mujeres ("Doña Juana Mucha, montón de carne, Mujer gorda por arrobas"). Todo ello, sin olvidar la archiconocida rivalidad con Luis de Góngora, a quien le dirigió tal vez sus versos más famosos y ofensivos ("Érase una nariz superlativa, érase una alquitara medio viva, érase un peje espada mal barbado").

[Constanza Vacas en 10 frases de Francisco de Quevedo, un escritor entre el odio y la sátira, https://historia.nationalgeographic.com.es/a/10-frases-francisco-quevedo-escritor-mas-burlesco-siglo-oro_22233]

3) La vida del buscón

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La publicación de la primera parte del Guzmán de Alfarache (1599) y las recientes reediciones del Lazarillo habían encandilado al público con un género autobiográfico que se construía por la narración de las aventuras de un personaje de ínfima condición social. La novela se iba a disparar enseguida hacia el libro extenso, como el Guzmán, que tomaba como uno de sus ingredientes fundamentales el llamado “realismo”.

Quevedo inscribe claramente su obra dentro del género teóricamente puesto de moda por el eje Lazarillo-Guzmán, la picaresca. De aquellos modelos toma el relato autobiográfico de un personaje de ínfima clase social, que intenta medrar a través de una serie de estadios -las aventuras- que buscan la escena realista. El cronotopos real, y que se construye provocando, mediante el manejo de un estilo prodigioso, el chiste y la situación cómica.

Sobre qué elementos del género picaresco toma Quevedo, cómo los hace funcionar y con qué valor, la crítica no se ha puesto de acuerdo…

[Pablo Jauralde Pou en su Introducción a la edición de Espasa-Calpe].

4) Doctrina estoica y Defensa de Epicuro

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Indica claramente su posición respecto de la secta de los estoicos, a la que no se considera perteneciente, pero sí practicante y beneficiario de sus principios en momentos de apuro: «Yo no tengo suficiencia de estoico, mas tengo afición a los estoicos. Hame asistido su doctrina por guía en las dudas, por consuelo en los trabajos, por defensa en las persecuciones, que tanta parte han poseído de mi vida. Yo he tenido su doctrina por estudio continuo; no sé si ella ha tenido en mí buen estudiante».

No deja de llamar la atención el hecho de que precisamente en ese tiempo, Quevedo se sumergió aún más en el estudio del estoicismo y del epicureísmo

[David Felipe Arranz en Rinconete, Centro Virtual Cervantes]

Quevedo, pues, fue estoico en su ética y cristiano en su respeto por la Sagrada Escritura. Buscó, antes que una síntesis de doctrinas, una convivencia entre ellas, lo cual explica, por ejemplo, el esfuerzo por sostener que los estoicos habían aprendido la lección de Job y san Pablo. Su objetivo fue fortalecer el cristianismo con la autoridad de la doctrina estoica…

En esencia, Quevedo promovió un ascetismo sui generis: aprendió de Séneca el dominio de las pasiones y la renuncia a los bienes superfluos, a la vez que conservó del cristianismo la confianza en Dios. El predominio de una u otra doctrina varía en cada obra: en las doctrinales destacan las declaraciones de fe religiosa, aunque a veces los análisis concretos guardan más relación con el pensamiento estoico; en las obras de ficción, prosísticas y poéticas, prevalece éste.

[De la introducción al Tomo IV de las obras completas de Francisco de Quevedo; https://www.cervantesvirtual.com/descargaPdf/obras-completas-en-prosa-de-quevedo-introduccion-al-volumen-iv/]

5) Vida de Marco Bruto

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La Vida de Marco Bruto, o, más propiamente hablando, la Primera parte de la vida de Marco Bruto, es una obra que, en comparación con otros trabajos políticos de Quevedo, ha recibido una atención crítica muy limitada y desde luego inferior a la que merece… No solo una obra de madurez intelectual, sino también una de las últimas en las que el escritor madrileño tuvo la oportunidad de trabajar antes de su muerte, ocurrida el 8 de septiembre de 1645.

En parte siguiendo el modelo de los espejos de príncipes de tradición medieval al igual que el de ciertos tratados ético-políticos mucho más cercanos a su tiempo, de entre todos los temas que Quevedo trata en Primera parte de la vida de Marco Bruto uno de los más importantes, si no el más importante, es el de la prudencia política […]. Quevedo defiende la necesidad imperiosa de todo cauto y prudente soberano cristiano de aprender a dominar una serie de técnicas de gobierno útiles para evitar, detectar y neutralizar de forma firme, rápida y efectiva, aunque moral, una posible rebelión de sus súbditos, incluido por supuesto cualquier intento de tiranicidio15. Junto a esto, el autor decide ir al pasado para encontrar allí ejemplos buenos y malos, o si se quiere prudentes e imprudentes, de la puesta en práctica en el mundo político tanto de la cautela (o falta de ella) como del uso de los dos componentes básicos de la duplicidad, la simulación y la disimulación.

La Primera parte de la vida de Marco Bruto pretende ser una especie de colofón de toda la obra política de Quevedo. Aunque por lo general reitera muchas de las mismas ideas ya expresadas en otras partes, también nos indica la creciente importancia que en la parte final de su vida da Quevedo al tema de la prudencia política y, más en particular, a los temas asociados de la cautela y de la duplicidad (esta última en sus dos vertientes de simulación y de disimulación). Según Quevedo, en esto coincidiendo con gran parte de sus contemporáneos, la prudencia es el pilar fundamental sobre el que debe construirse cualquier tipo de acto político

[Rafael Iglesias en La Primera parte de la vida de Marco Bruto de Francisco de Quevedo como manual político de prudencia, cautela y duplicidad, La Perinola, 23, 2019 (35-66)]