Romanceros
1) ¿Qué son los romanceros?
El romancero
Los romances viejos alternaron muy pronto la poesía culta. Aunque también los desprecien los elegantes poetas del siglo xv, ya a fines de esa centuria los mejores creadores sienten la tentación de probar sus fuerzas en esa dirección. En Juan del Encina encontramos más de uno, lo mismo que en el precioso Cancionero del aragonés P. M. Ximénez de Urrea, o en el Cancionero o en el llamado de Constantina. En estos dos Cancioneros podemos leer las primeras glosas a romances tan bellos y conocidos como el del Prisionero o Fonterida, o romances cultos —aconsonantados— de un Diego de San Pedro, por ejemplo.
La generación siguiente, la de Padilla, Cervantes, Virués y Maldonado, se educará poéticamente leyendo a Garcilaso y cantando romances viejos. De ahí que los comienzos del romance llamado artístico haya que buscarlos en esa generación. Padilla y San Juan de la Cruz los escribirán a lo divino. Juan de la Cueva los utilizará para sus dramas y muchos versos de romances viejos se llegarán a convertir en tópicos, como el conocido "Mensajero sois, amigo", que resonará hasta en el Quijote. Hacia 1580 comienzan Lope., Góngora y Liñán a escribir los suyos, romances que serán publicados en pequeñas antologías y escasos pliegos, y que en IÊOQ constituirán la base del famoso Romancero general.
El “Cancionero general”
Me refiero en las líneas anteriores a la llamada poesía cortesana, cancioneril o trovadoresca que fue tan cultivada durante. todo el siglo xv y principios del siguiente. La poesía que algunos han tachado de intrascendente^ conceptuosa y alambicada, recogida por el editor H. del Castillo en su famoso Cancionero general publicado en Valencia en 1513 , es de tan poderosa influencia, que a su lado, el nombre de Castillejo supone muy poco…
Que esta poesía cancioneril influye poderosamente es tan sencillo de demostrar, que está al alcance de todos. Basta con hojear los libros de los mejores poetas, comenzando por Boscán y terminando por Calderón. Garcilaso pagó su censo, lo mismo que Hurtado de Mendoza o un Gutierrez de Cetina…
Tanto Santa Teresa como San Juan de la Cruz conocían muy bien esta poesía cancioneril, lo mismo que fray Luis de León, capaz de escribir su Imitación de diversos en coplas de pie quebrado. Y un Fernando de Herrera, que citará en los comentarios a las obras de Garcilaso más de un poeta del Cancionero general escribió abundantes redondillas alambicadas y preñadas de pasión…
Que Lope era un enamorado de la poesía cancioneril también lo sabemos por diversos testimonios. En la Introducción a la justa poética considera aquellos "ingenios maravillosos", y añade: "Díganme los que más lo son en qué estudiado, y como ellos dicen, en culto soneto o canción tendrá igual este pensamiento de los antiguos…
[José Manuel Blecua en Sobre Poesía de la edad de oro]
2) Origen del romancero
Desde hace siglos, el romancero ha despertado el interés de artistas o estudiosos de dentro y fuera de España. Es tanta su importancia en nuestra literatura que hay quien, como J. M.ª Valverde, considera a los romances "columna vertebral de la historia de la poesía española" (1). No creo que tal denominación sea muy desproporcionada si tenemos en cuenta que el romancero ha mantenido su vigencia a lo largo de diversas épocas, enriqueciendo, igualmente, los acervos culto y popular. Se le compara, a causa de su extensa vida y de la variedad de sus manifestaciones, con un árbol de numerosas ramas que tomaran su alimento de una misma savia ancestral e inagotable
Surgen los romances conocidos en parentesco con la epopeya castellana que era, según palabras de Menéndez Pidal, "una de tantas costumbres germánicas que, repudiada y relegada a la obscuridad en la época visigoda, revive con fuerza en Castilla al par de otras instituciones..." (2); no podemos precisar, con exactitud, cuándo tiene su origen el romancero, si bien ya desde el siglo pasado los eruditos se dividieron en dos grupos fundamentales de opinión respecto a este tema: Los que, como Wolf (3), defendían la mayor antigüedad de los romances frente a los cantares de gesta y quienes, como Milá y Fontanals (4), pensaban que, por el contrario, el romancero procedía de la fragmentación de nuestra epopeya
La segunda de tales tesis, apoyada por Menéndez Pelayo iba a ser la llamada a prevalecer, a pesar de que lúcidos estudiosos como Pío Rajna hubieran manifestado sus dudas en relación con el fenómeno -según él no comprobado en ningún otro país de la Romanía- de que las gestas pasaran a convertirse en cantos épico-líricos (5). Menéndez Pelayo negó, enérgicamente, "la anticuada hipótesis de las cantinelas épicas o cantos breves que sirviesen como de núcleo a los poemas largos", transcribió los romances en versos de dieciséis sílabas y no en tiradas de ocho, como Wolf había hecho- y afirmó la originalidad y pura prosapia de nuestra epopeya frente a las interpretaciones extranjerizantes de la misma (6)
Hoy, sigue siendo generalmente aceptada la explicación que Menéndez Pidal, desarrollando y completando las teorías de su maestro, dio para el nacimiento del romancero: "El extraño y distinto hecho acaecido en España, la tan íntima semejanza entre tantos de sus romances y gestas, no pudo producirse porque a un poeta aquí y otro allá se les ocurrieran tratar asuntos épicos; es que ese gusto romancístico por los temas heroicos es el mismo que sostuvo la vida de las gestas desde el siglo X al XV..." (7)
[Texto de Luis Díaz Viana, Sobre el origen del romancero. https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/sobre-el-origen-del-romanceroalgunas-reflexiones-y-un-documento-ignorado/html/]
3) Flor nueva de romances viejos
En esta sabrosa antología, publicada en1938 por primera vez, se reúnen más de cien romances castellanos de los siglos XIV y XV. Un romance es un poema breve, épico-lírico, de versos dieciséis sílabas con rima asonante, que se cantaba al son de un instrumento en danzas corales, en reuniones de recreo o para acompañar al trabajo.
Los hechos que se cuentan sucedieron desde el siglo VIII, como ocurre con la historia de Don Rodrigo, el último rey visigodo de la Península, hasta el siglo XI, en el que transcurre todo el ciclo sobre el Cid, lo que indica que estos romances se transmitieron oralmente durante generaciones, seguramente acompañados de música, hasta quedar escritos.
Aquí se incluyen maravillas de concisión y expresividad, como estos dos ejemplos: el «Romance del prisionero», que nos hacían aprender de memoria en el colegio a los chavales de mi generación y una pieza que me fascina, el truculento, intenso y delicado «Romance del enamorado y la muerte», que incluye diálogos, situaciones dramáticas, sentimiento…
También se incluye el ciclo completo sobre el ya mencionado Cid Campeador, que comprende treinta y un romances sobre la mayor parte de su vida, desde las mocedades hasta el destierro y posterior perdón.
[Texto de Antonio F. Rodríguez para el blog “La antigua Biblos”. https://laantiguabiblos.blogspot.com/2013/09/flor-nueva-de-romances-viejos-ramon.html]
4) Cancionero y romancero español
El Cancionero y Romancero español recoge toda nuestra primera literatura tradicional. La que va de boca en boca. Recoge los primeros suspiros de amor, las hazañas de nuestros primeros héroes, los primeros cuentos que se cantan. Dámaso Alonso divide su antología en tres partes: Cancionero anónimo, Cancionero de autores conocidos y Romancero anónimo. En la introducción destaca el recopilador el Cancionero por ser, dice, menos conocido que el Romancero, que se empieza a estudiar desde el siglo XIX. Dedica especial atención a las jarchas, pequeñas composiciones en el dialecto español hablado por los mozárabes que quedaron “congeladas” en grandes poemas árabes y judíos. Son canciones de amor de una mujer a un hombre, canciones al “amigo ausente”. Me parecen deliciosas.
[Resumen de la obra en: https://biblioteca.unae.edu.ec/cgi-bin/koha/opac-detail.pl?biblionumber=64066]