Rubén Darío

El príncipe de las letras

Un 18 de enero de 1867, precisamente hace 157 años, Nicaragua presenció el nacimiento de uno de sus hijos más ilustres, el poeta Rubén Darío. Desde una casa muy sencilla y humilde en Metapa, hoy ciudad Darío en Matagalpa, la luz del sol alumbró un preciado futuro para la literatura universal y el modernismo.

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El amor por las letras para Darío empezó a muy temprana edad, aprendió a leer con fluidez teniendo tan solo 3 años, enseñado por su tía Bernarda y en concordancia a ello, en León era conocido como «El niño poeta», puesto que escribió sus primeras poesías a la edad de 10 años, publicando su soneto «Una lágrima» en el Diario El Termómetro a los 12 años.

[Hace 157 años nace en Nicaragua el “Poeta Niño” Rubén Darío, 18 Ene, 2024. https://www.unanleon.edu.ni/hace-157-anos-nace-en-nicaragua-el-poeta-nino-ruben-dario/]

Su familia paterna era conocida como los Daríos y por ello adopta apellidarse Darío. Lo explica en su libro autobiográfico Oro de Mallorca (1990): “Según lo que algunos ancianos de aquella ciudad de mi infancia me han referido, uno de mis tatarabuelos tenía por nombre Darío. En la pequeña población (lo conocía) todo el mundo por don Darío; a sus hijos e hijas, por los Daríos, las Daríos…”

El poeta nicaragüense cursó estudios de formación humanista en León. Fue un lector y escritor precoz, él mismo dice que aprendió a leer a los tres años. En sus poemas juveniles, publicados en un periódico local, se muestra independiente y progresista, defendiendo la libertad, la justicia y la democracia. A los 14 años empieza su actividad periodística en varios rotativos nicaragüenses.

[Rubén Darío, representante del modernismo literario en el mundo hispano. Boletín No. 53 - 18 de enero de 2020. https://inba.gob.mx/prensa/13645/ruben-dario-representante-del-modernismo-literario-en-el-mundo-hispano]

En 1886 llega a Chile y publica sus primeros libros: Abrojos y Azul. Cuando el poeta llega a España por primera vez con apenas 25 años se está celebrando el IV centenario del Descubrimiento de América y también la exposición inaugural del edificio de Biblioteca y Museos, actual BNE, en la que participará encabezando la delegación de Nicaragua. Los intelectuales españoles como Menéndez Pelayo, Pardo Bazán o Juan Valera, su mentor en España, quedan impresionados por su figura y por su libro Azul. En 1896 se publican en Buenos Aires, Los raros y Prosas profanas, en su momento de plenitud intelectual

[Rubén Darío (1867-1916), Cronista y Poeta; Servicio de información bibliográfica. Biblioteca Nacional de España. https://www.bne.es/sites/default/files/repositorio-archivos/RubenDario_semblanza.pdf]

[…] falleció el 6 de febrero de 1916 en León, Nicaragua, luego de haber desarrollado su trayectoria intelectual en varias de las principales capitales del orbe hispanoamericano y de haber sido, para la poesía, la figura más representativa del movimiento modernista. En el periodo que va de finales del siglo xvii a comienzos del siglo xx, es considerado el poeta hispanoamericano más importante, después de sor Juana Inés de la Cruz

[Diana del Ángel. Universidad Nacional Autónoma de México UNAM. Enciclopedia de la Literatura en México. 2016 / 04 may 2018. http://www.elem.mx/autor/datos/3769]

Poesía

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“Le aconsejaban las eternas e íntimas inquietudes del espíritu, y ellas le inspiraron sus más profundos, sus más íntimos, sus mejores poemas… Si me hubiera dejado guiar por lo que de él me recitaban los que decían admirarle más, no le hubiese leído nunca. ¡Fortuna grande que le conocí y descubrí al hombre, y éste me llevó al poeta; al indio —lo digo sin asomo de ironía; más bien con pleno acento de reverencia—, al indio que temblaba con todo su ser, como el follaje de un árbol azotado por el cierzo, ante el misterio!”

[Miguel de Unamuno, en Mundo Hispánico n.° 234, septiembre de 1967. Recuperado de Rubén Darío, el modernismo en Buenos Aires (2016). https://www.bn.gov.ar/micrositios/admin_assets/issues/files/9f6c95719655b6926a0eae46d8cafae1.pdf]

La obra de Rubén es un intento, efectivamente, de “ligazón nueva”, o, incluso, inédita entre las distintas artes y entre estas y la filosofía y a veces las ciencias. Su poesía se llenará de música, pintura, fotografía, puede que algo de cine, escultura cincelada del poema, arquitectura constructiva del poema, es decir, de todo lo necesario para alcanzar un arte poético integrador moderno y abierto, en sus inordenadas influencias y readaptaciones, que, inspirándose en la naturaleza, intentaba dotarla de algunos traslados nuevos, aportando algo inusual para convertirlo en Arte Moderno: serían, por ejemplo, esas “rosas artificiales” que luego trabajaron los vanguardistas…

[José Ignacio Úzquiza en Rubén Darío. Poesía, mito y vida, para “Rubén Darío 100 años después. Estudios”. https://www.fundacionyuste.org/wp-content/uploads/2019/09/EntreDosMundos_Libro-Ruben-Dario.pdf]

Cuentos

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Desde sus primeros escritos en prosa se complace Rubén en los contrastes y combinaciones de estilos diversos. El esfuerzo del aprendizaje es todavía visible en Historia de un picaflor, pero ya en Azul podrán señalar Eduardo de la Barra y Juan Valera la personalidad y elegancia de esa síntesis en que los más variados influjos colaboran sin dejar huella alguna de retacería. Variedad no sólo en el conjunto del libro. Aun en un mismo cuento se funden admirablemente las voces distintas. Ligereza y gravedad se entrelazan en la mayoría de ellos (clara excepción, El fardo), dentro de una común atmósfera de poesía. Lenguaje directo y lenguaje “vivido” concurren en la acumulación de frases breves que en El Pájaro azul evocan la bulla de la taberna: “Los versos eran para nosotros. Nosotros los leíamos y los aplaudíamos. Todos teníamos una alabanza para Garcín. Era un ingenio que debía brillar. El tiempo vendría. ¡Oh, el pájaro azul volaría muy alto! ¡Bravo! ¡Bien! ¡Eh, mozo, más ajenjo!” Y la canción del oro es en efecto, como anuncia el narrador, “mezcla de gemido, ditirambo y carcajada”.

[Raimundo Lila, Estudio Preliminar a los “Cuentos de Rubén Darío”, Salamanca, 1930]

Aunque existe cierta bibliografía sobre los cuentos de Rubén Darío, es indudable que esta parte de su obra no ha recibido tanta atención por parte de la crítica como su poesía…

Tal vez convendría comenzar recordando que los cuentos de Rubén nos sitúan ante la siempre interesante cuestión de los límites entre géneros literarios. En efecto, varias de sus narraciones que se presentan bajo el epígrafe de cuentos apenas están dotadas de acción: su tensión argumental es mínima y están más cercanas al poema en prosa, al artículo periodístico o al retrato -cuando no a la parábola o al apólogo simbólico- que al cuento propiamente dicho. Salvadas las distancias, podría compararse esta circunstancia con la que se da en las narraciones cortas de Gabriel Miró, un escritor que por su sensibilidad y su detallismo estético estaba especialmente cualificado para el cultivo de un género, el cuento, cercano por su brevedad y concisión a la poesía; pero que, al mismo tiempo, y por esas mismas características, desbordó muchas veces las estrictas fronteras del género para practicar otras modalidades narrativas cortas más o menos cercanas.

1. Clasificación

Un intento de ordenación de estos cuentos de Rubén Darío podría venir dado por los ambientes en que se desarrollan sus acciones. Según este criterio, se distribuirían en cuatro grandes apartados: 1) los cuentos que se inspiran en el mundo bíblico-cristiano; 2) los localizados en la antigüedad pagana (en ambos casos, se trata de “escenarios” caros al poeta modernista); 3) los cuentos de ambiente contemporáneo que pudiéramos llamar “realista” (varios de los cuales cuentan con protagonistas niños o jóvenes); y 4) los de ambiente contemporáneo que introducen elementos fantásticos o sobrenaturales (si bien, en ocasiones, ese factor misterioso se diluirá al apuntarse en el texto una posible explicación racional de los sucesos narrados). Examinaré brevemente cada uno de estos grupos…

[Carlos Mata Induráin en De princesas, rosas e historias sobrenaturales: el arte del cuento en Rubén Darío para “Rubén Darío y el arte de la prosa. Ensayo, retratos y alegorías”.]

Los raros

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Los Raros (1896) es el primer libro de Rubén Darío escrito completamente en prosa, y entre estos es el que más ha contribuido a la revolución modernista en la América Latina. El lector que se le acerca descubre una galería de retratos de escritores, algunos muy conocidos, y la mayoría más o menos olvidados, descritos en un estilo exaltado, con elogios que el mismo autor más adelante calificó como desmesurados. Diez de los diecinueve raros de la primera edición son franceses: Leconte de Lisle, Verlaine, Villiers de l’Isle-Adam, Léon Bloy, Jean Richepin, Rachilde, Lautréamont, Georges d’Esparbès, Laurent Tailhade, Édouard Dubus. Hay un griego (Jean Moréas), un belga (Théodore Hannon) y un cubano (Augusto de Armas) que escriben en francés. Los demás son Max Nordau (alemán de origen húngaro), Domenico Cavalca (italiano), Henrik Ibsen (noruego), Eugenio de Castro (portugués), Edgar Allan Poe (norteamericano) y José Martí (cubano). En la segunda edición se agregaron dos franceses más: Camille Mauclair y Paul Adam. Los lectores de hoy encontrarán en el libro un gran número de los dioses y semidioses de la literatura del fin de siècle, pero les sorprenderá, en un conjunto donde predominan los simbolistas y decadentes, la ausencia de figuras mayores como Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé, Catulle Mendès, Huysmans y algunos otros.

[Schmigalle G. (2020). Darío, Nordau, Verlaine: génesis y estructura de "Los Raros". Anales de Literatura Hispanoamericana, 49, 117-123. https://doi.org/10.5209/alhi.73112]

Los raros de Rubén Darío es un ejemplo de estos libros poco habituales. En él se cartografían las vidas de los escritores más admirados por su autor, quien, partiendo de un itinerario autobiográfico en lo literario y en lo intelectual, acaba por brindarnos además un mapa estético y moral de sí mismo.

[Sinopsis de la edición de Cátedra]

La mitología de los raros se ha construido no solo mediante apologías, sino, y principalmente, por la metodología del descarte. Los raros son los ignorados por la crítica, los vilipendiados por las instancias legitimadoras del mundo literario, los desconocidos de los lectores no especializados (llámense escritores, académicos o periodistas). Prueba de ello es la frase tópica con la que los raros suelen ser despachados en las historias de la literatura española e hispanoamericana del siglo XX: “En la misma época”, comienza el historiador, después de dedicar páginas enteras a los autores del naturalismo, el realismo, el indigenismo, la novela de la Revolución mexicana o la novela gauchesca, “sitio aparte guardó fulano” –aquí el nombre del raro en cuestión–, “creador de una obra singularísima”. Y culmina con una sentencia que habrá de repetirse una y otra vez a lo largo del tiempo en notas periodísticas, prólogos o contraportadas, como un eslogan que certifica la calidad de su rareza: “un escritor que no se parece a nadie” o “el más extraño de nuestros autores del siglo XX” o “un escritor cuya extravagancia le valió la incomprensión de sus contemporáneos”.

[Juan Antonio Villalobos en Los Raros para “Letras Libres”. https://letraslibres.com/revista-espana/los-raros/]