Tirso de Molina
Fray Gabriel Tellez, también conocido como Tirso de Molina
1) Una vida tranquila
Gabriel Téllez (Madrid, 1579-Almazán, Soria, 1648), conocido en el mundo literario con el pseudónimo de Tirso de Molina, tuvo una andadura vital, a diferencia de Lope de Vega, con pocos sobresaltos y estridencias. De origen humilde ingresó de joven en el convento madrileño de la Merced para profesar un año después en el de Guadalajara. A partir de este momento su vida irá ligada a los designios de sus superiores, cuyos dictados Tirso cumplió siempre con dignidad y obediencia. Recorrió un buen número de conventos mercedarios (Guadalajara, Toledo, Soria, Segovia, Sevilla, Trujillo, Cuenca, etc.) ocupando el cargo de comendador en alguno de ellos. Junto con Madrid fue Toledo la ciudad preferida de Tirso. En la ciudad del Tajo, al principio de la segunda década del siglo XVII, pasó nuestro escritor una de sus épocas más felices: entregado a su vocación religiosa, a la lectura, a la producción teatral, a la enseñanza y al trato con los amigos.
[Biografía de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. https://www.cervantesvirtual.com/portales/tirso_de_molina/biografia/]
2) Tirso, renacentista
Subsiste en Tirso el ideal humanístico renacentista, amante de la aceptación de lo ajeno, diverso y diversificado. Para ser persona integral, es preciso salir de sí mismo, del ensimismamiento, y recorrer otras tierras, conocer a otras personas —otro paisaje y otro paisanaje— y redescubrir «otro mundo».
[…]
Ya en su primera obra miscelánea aparece en varias ocasiones el mundo fascinante de América. En una noche oscura toledana, las estrellas se le transforman en «Virreinas del Sol», a quien sustituyen en su ausencia, como los Virreyes de América a su Majestad. Incluso la fingida dormida, a quien su amante contempla y describe, al dejar entrever sus pechos, son para él «cerros del Potosí de la hermosura»
[Luis Vázquez en Tirso de Molina y América]
3) Barroco y cristianismo
Aunque sean presupuestos esenciales de la cultura española más representativa (y por tanto del teatro barroco) el libre albedrío, la razón, la existencia de Dios, su Providencia y la inmortalidad del alma, tal vez no se encarezca siempre su debida importancia. Sin embargo, estas verdades de la Fe católica son, precisamente, puntos de referencia permanentes en el contexto de la Edad de Oro (no sólo en los autos sacramentales) y están como estrellas señalando el rumbo a todos. Así es como Tirso de Molina se nos revela por su sensibilidad estética, por su conciencia religiosa y hasta por su patriotismo como un autor comprometido del Barroco
[AISO. Actas II (1990). Victoriano UGALDE. «El Burlador de Sevilla» o la dramatiz]
4) El burlador de Sevilla
El primer factor remite a la prehistoria del mito donjuanesco o, si se prefiere, a la historia del mito predonjuanesco y comporta, como se ve en el romancero castellano, la primera morada, en el lenguaje popular, de una figura humana sui generis, -boceto contraído y muy desigual del libertino/burlador de mujeres (apenas apuntado) y del atrevido retador de los muertos (cena macabra de la calavera, o de la estatua de piedra)2 . En su drama genial, Tirso lleva estos dos aspectos a su plena expansión de Don Juan y los complementa muy concienzudamente en consonancia con su pensamiento religioso, para conferir sentido trascendente al desenlace.
[AISO. Actas II (1990). Victoriano UGALDE. «El Burlador de Sevilla» o la dramatización barroca de Don Juan]
La ironía desempeña el papel más importante en muchas comedias de Tirso; pero es en El Burlador de Sevilla donde se nos aparece más evidente, predominando la burla como forma de ironía. Ésta es, sobre todo, degradatoria y presenta dos funciones diferentes: una negativa que es el engaño, otra positiva que es el deshacer el engaño.
El punto de gravedad de las burlas de Don Juan hay que buscarlo, en primer lugar, en la profanación de conceptos y símbolos sacrosantos. Profana Don Juan el concepto del tiempo ("que largo me lo fiáis"), el de Dios (profana invocación de Dios, "por Dios", etc.), se burla de la estatua y de sus atributos. La profanación se extiende sobre los conceptos vida-muerte (1/12, 584 etc.), cielo-infierno, amor (mediante el mal uso de los conceptos fuego, frío, nieve, quemar, abrasar), fidelidad a la palabra dada, sobre todo del dar la mano como símbolo de la hospitalidad amante y honrosa, así como la del concepto e imagen de la muerte; éstos pertenecen a los crímenes más graves que comete Don Juan.
[Heinrich Bihler en Más detalles sobre ironía, simetría y simbolismo en El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina]
5) Don Gil de las Calzas verdes
En esta obra el hilo conductor es la salida de una mujer tras el hombre que ama y que la ha abandonado. Este tema se va desarrollando a través de una serie de incidentes que van enredando y complicando la trama, lo que provoca la curiosidad y el suspense del público.
Doña Juana va a la corte disfrazada de hombre y se hace llamar igual que su amado. Es decir, en este momento doña Juana actúa bajo el mismo nombre, don Gil, que ha adoptado su amado al llegar a la corte, aunque ambas identidades son falsas. Este, tras abandonar a Doña Juana, pretende a doña Inés. Doña Juana, utilizando el disfraz varonil, consigue enamorar a doña Inés y el padre de esta decide oficializar el noviazgo entre doña Juana (disfrazada de hombre) y doña Inés. Tras una serie de enredos y confusiones, doña Juana acaba casándose con don Martín, su amado.
Si algo hace Tirso a la perfección es desarrollar la psicología de sus personajes y, sin duda, la personalidad de doña Juana es un ejemplo de esta habilidad. En ella muestra una mujer que destaca por su gran sutileza. Es una dama que tiene un gran ingenio y lo utiliza para defender su interés y dignidad personal como enamorada que ha sido injustamente postergada
[María Julia Sabate. Tesis de fin de grado: Don Gil de las calzas verdes: la comedia del enredo y el disfraz varonil].