Ramón del Valle-Inclán

Ramón José Simón Valle Peña, mejor conocido como Ramón del Valle-Inclán

Archivo Digital Valle-Inclán

Vida de Valle-Inclán

Éste que veis aquí, de rostro español y quevedesco, de negra guedeja y luenga barba, soy yo: Don Ramón del Valle-Inclán. Estuvo el comienzo de mi vida lleno de riesgos y azares. Fui hermano converso en un monasterio de cartujos y soldado en tierras de Nueva España. Una vida como la de aquellos segundones hidalgos que se engancharon en los tercios de Italia por buscar lances de amor, de espada y de fortuna".

[Valle-Inclán, 1903, para la revista Alma Española. Texto recuperado de: https://historia.nationalgeographic.com.es/a/ramon-maria-del-valle-inclan-el-creador-del-esperpento_18929]

[N]ació en Vilanova de Arosa, población a orillas de la costa pontevedresa, en el año de 1866, hijo de Ramón Valle Bermúdez –director del periódico La Voz de Arosa- y de Dolores Peña Montenegro.

Tras abandonar los estudios de Derecho que había comenzado en la Universidad de Santiago de Compostela se embarca en 1892 con espíritu aventurero a México, donde permanecerá un año, estancia que aprovechará para publicar artículos en la prensa mexicana, en los que firmará por primera vez como Ramón del Valle-Inclán.

Tras su regreso escribe en 1895 Femeninas, su primer libro. En ese mismo año se traslada a Madrid, donde es habitual de las tertulias de café y de la vida bohemia. En estas tertulias traba amistad con la mayoría de las personalidades representativas de la generación del 98.

[https://www.cultura.gob.es/cultura/areas/archivos/mc/red-bibliotecas-archivos-estatales/difusion-rebae/guias-lectura/generacion-98/autores-vida-obra/valle-inclan.html]

En 1897 editó su segundo libro, Epitalamio, el cual fue un fracaso absoluto de crítica y de ventas. Ante la decepción que le produjo el mundo literario, intentó iniciar una nueva carrera en 1898, la interpretativa, debutando como actor en el estreno de la obra de Jacinto Benavente La comida de las fieras, donde encarnó un papel creado expresamente para él. En enero de 1899 volvió a actuar en el estreno de Los reyes en el destierro, en adaptación de Alejandro Sawa. En ninguno de los dos intentos recibió el beneplácito de la crítica, lo cual le desanimó a seguir por este camino.

En 1903 y en colaboración con Manuel Bueno, comenzó una labor de adaptación de textos clásicos y extranjeros para la escena. Fue un año fecundo, pues dio a la imprenta tres libros: la segunda entrega de las novelas de Bradomín, Sonata de estío, y dos colecciones de relatos, Corte de amor y una breve colectánea de cuentos titulada Jardín umbrío. En 1904 continuó esta actividad con la redacción y publicación de otras dos novelas: la tercera entrega bradominesca, Sonata de primavera, y Flor de santidad. En 1905 con la edición de Sonata de invierno, concluyó la serie de las Memorias del Marqués de Bradomín, conjunto que es considerado como cumbre máxima de la prosa modernista.

[…]

Con la proclamación de la República en 1931, Valle-Inclán se manifestó republicano y presentó su candidatura a las Cortes Constituyentes que se eligieron a finales de junio, como candidato de la Alianza Republicana de Lerroux por La Coruña y por Pontevedra, pero quedó fuera del Parlamento. Acusó al caciquismo restauracionista, todavía totalmente instalado en Galicia, de haber amañado las elecciones, y exigió su anulación impugnando los resultados, algo que no fue concedido. Su actividad literaria en este año es casi inexistente. Pronto se convirtió en un autor símbolo de la República, y por ello se centró la atención en su obra antiborbónica para atacar al régimen fenecido.

[…]

Tras una larga agonía, falleció el 5 de enero de 1936 a las dos de la tarde. Valle-Inclán había solicitado un entierro laico y una sepultura sencilla, únicamente una piedra de granito sin labrar ni pulir y donde tan sólo se leyese su apellido. El entierro se celebró al día siguiente, en una enorme manifestación de duelo bajo una intensa lluvia, presidida por el gobernador civil, el alcalde de Santiago y el rector de la Universidad. Se dedicaron amplísimos homenajes a la figura del escritor desaparecido, y, para sorpresa de todo el mundo, la generación joven, la del grupo del 27, que en general se había sentido desapegada de Valle-Inclán, organizó el mayor homenaje a don Ramón, al preparar un gran acto en el Teatro de la Zarzuela que incluía la lectura de textos de Valle-Inclán, escritos en honor suyo y el estreno en España de Los cuernos de don Friolera, acto que se llevó a cabo apenas un mes después de su fallecimiento, el 14 de febrero. Un mes después, el 19 de marzo, se inició la publicación en seis entregas en el diario Ahora de la novela póstuma de Valle-Inclán, El trueno dorado.

[Texto recuperado de: https://historia-hispanica.rah.es/biografias/43626-ramon-jose-simon-del-valle-y-pena]

Tirano Banderas

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Obra maestra

La tiranía como tema, la compleja arquitectura de la novela, la premeditada fragmentación del discurso narrativo, los cambios de perspectiva, la simultaneidad de acontecimientos, condensados en el breve lapso temporal de dos días y caracterizados por la discontinuidad; el espacio múltiple, el número y diversidad de personajes –del general rebelde al burócrata, del burgués al indio, del político de oficio al caudillo, el emigrado, el diplomático, el gachupín, el estudiante, el prestamista, la prostituta...– y su deslumbrante lenguaje hacen de esta novela una obra maestra.

La historia novelesca se desarrolla en un imaginario país, que Valle bautiza con el sugerente nombre de Santa Fe de Tierra Firme, sometido al régimen del general Santos Banderas, que actúa con el despotismo y la crueldad gratuita propios de un dictador, contra el que se produce una insurrección que acaba por derrocarlo.

Santos Banderas es, en efecto, un personaje-síntesis, que Valle-Inclán dibuja a base de una suma de rasgos inspirados en tiranos históricos, y en este sentido se han señalado diversas fuentes para la figura que encarna el Generalito, aunque hay amplio consenso en citar como modelo principal al conquistador Lope de Aguirre, con quien presenta claras concomitancias. Ahora bien, el propio Valle-Inclán declaró que se había inspirado en distintos modelos hispanoamericanos contemporáneos, concretamente en una carta que escribe a Alfonso Reyes, en la que le confiesa tener en el telar «La novela de un tirano con rasgos del Doctor Francia, de Rosas, de Melgarejo, de López y de don Porfirio», y Zamora Vicente en su introducción añade a esa lista el nombre del general Miguel Primo de Rivera, jefe del Gobierno español entre 1923 y 1929, que acaso pudo haberle servido de acicate, a la vez que de invitación a universalizar el tema.

[Margarita Santos Zas en su introducción a la edición de Alianza]

Tirano Banderas en su tiempo

Si echamos una mirada a los alrededores de este texto, Tirano Banderas, que Angel del Río (1928) calificó como el mejor y más original de sus contemporáneos, percibiremos cómo encaja perfectamente entre las actitudes renovadoras del momento y podremos determinar con exactitud cuál es su lugar en el desarrollo de la narrativa española. Cuando Valle-Inclán publica su Novela de Tierra Caliente, la literatura española se halla inmersa en un mosaico de polémicas que iba a dar como fruto una de las etapas más intensas de nuestra Historia Literaria. La discusión acerca del agotamiento de la novela y de las posibilidades de renovación del género se desarrollaba en el marco de la ruptura que respecto a la tradición decimonúnica estaban planteando las vanguardias literarias desde finales de la década anterior y juntamente con los debates acerca de la función de la literatura y su responsabilidad histórica y social, que alcanzarán su máxima intensidad a finales de los veinte y durante los años treinta.

El debate acerca de la novela tuvo como centro la discusión que, desde 1915 y de forma intermitente, mantuvieron Pío Baroja y José Ortega y Gasset, y a la que se sumaron a lo largo de la tercera década del siglo otros muchos escritores y críticos. En aquella polémica, reavivada a finales de 1924, Baroja había defendido el realismo de sus novelas y rechazado el exceso de elaboración técnica que, según decía, corría el riesgo de ahogar la espontaneidad del escritor; Ortega, por su parte, en un extenso artículo publicado en El Sol (José Ortega y Gasset, «Sobre la novela», El Sol, 10, 12 y 31-XII-1924, 1, 2 y 11-I-1925; recogido luego en el volumen La deshumanización del arte e Ideas sobre la novela, Madrid, Revista de Occidente, 1925), abogaba por relegar el argumento a un segundo plano, detrás de la presentación de personajes y el análisis psicológico: más que "en la invención de «acciones»", veía "en la invención de almas interesantes el mejor porvenir del género novelesco" (Ortega y Gasset, 1982, pp. 55-56); reivindicaba, pues, el filósofo una novela morosa en su planteamiento, de tiempo y espacio limitados, con un número pequeño de personajes, hermética en su relación con la realidad; y los modelos que proponía para esa renovación del género eran Dostoievski y, sobre todo, Marcel Proust.

Como otros muchos intelectuales, también Valle-Inclán iba a participar en la polémica, ante la que parece inclinarse por una vía alternativa que, además, apunta hacia lo que será su práctica narrativa en esos años. De entrada, se manifiesta en desacuerdo con el presunto agotamiento del género, vaticinado por Ortega; en su opinión,

“La novela nunca podrá estar en crisis [...]. El otro día, Ortega y Gasset decía que se habían agotado los conflictos de la novela, porque el amor, la envidia, la maternidad, la usura y todas las pasiones que podrían servir de base para construir una novela, ya estaban suficientemente explotadas. Y es verdad. Pero no es verdad que eso signifique el agotamiento y la terminación de ese género literario. La novela existirá siempre”

A diferencia de Baroja u Ortega, Valle-Inclán sí pareció percibir las posibilidades que las nuevas corrientes de vanguardia ofrecían a la renovación de la novela. Cierto es que la opinión que Valle-Inclán vierte acerca del vanguardismo hueco de manifiesto fue, en diferentes momentos, tan ambigua como polémica. El escritor gallego, sin embargo, incorporó a su obra posterior a 1920 elementos procedentes tanto del unanimismo como del expresionismo y del cubismo. No resulta, pues, extraño que algunos rasgos del esperpento valleinclaniano, fundamentalmente los que se derivan del distanciamiento estético, coincidan con la descripción que de las corrientes de la vanguardia literaria hiciera Ortega y Gasset por esos mismos años en La deshumanización del arte (1925).

[Juan Rodríguez en su introducción a la edición no venal; 1° de enero del 2017; http://www.tiranobanderas.es/ValleInclanTiranoBanderas2017.pdf]

La lámpara maravillosa

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Uno de los libros más importantes que escribió Valle-Inclán -«el libro del cual estoy más satisfecho», según afirmó en una entrevista de 1921- es un libro misterioso y poco leído. Escrito durante unos años en los que Valle-Inclán cambió la corte madrileña por la naturaleza gallega y en la crisis necesaria tras la muerte de su hijo Joaquín María con solo cuatro meses, se publicó en 1916. Quiso el maestro situarlo como número primero de su opera omnia, de las obras completas que estaban por venir y a las que se iría incorporando a lo largo de dos décadas todo el ciclo esperpéntico, que iba a comenzar oficialmente con Luces de bohemia, publicado en 1920. Cuatro años antes, Valle-Inclán ya sabía que la piedra angular de toda su escritura quedaba custodiada en su Lámpara…

[E]l Valle-Inclán de La lámpara maravillosa es, en efecto, místico, piadoso, iluminado, sabio, y, al mismo tiempo, mantiene un pulso de narrador que hace suyas las enseñanzas de sus fuentes; principalmente, Miguel de Molinos, pero también Menéndez Pelayo, Nietzsche y los teósofos y ocultistas de su época. Y todo lo amalgama con una prosa de enorme belleza cuyas ideas los críticos en las últimas décadas han tratado de desentrañar.

[Ernesto Pérez Zúñiga, La Lámpara maravillosa de Ramón del Valle-Inclán. Texto en https://cuadernoshispanoamericanos.com/la-lampara-maravillosa-de-ramon-del-valle-inclan/]